Angle Editorial
publica un libro apasionante en el que Antoni Farrés i Sabater (1945-2009), el alcalde más
emblemático de nuestra Catalunya democrática, veinte años al frente de
Sabadell, cuenta su vida en primera persona. Se trata del contenido de siete
casetes grabadas en el año 2000 para la serie de Biografías Obreras del Archivo
Histórico de la CONC, gestionado por la Fundación Cipriano García. Fue el
historiador Xavier Doménech quien pilotó el stream
of consciousness con mano ducha, y Jordi Serrano ha añadido como
introducción algunas notas sobrias sobre el trasfondo económico y social en el que
se enmarcó una gran aventura personal y colectiva, y aclarado algunos pormenores
inexactos que se habían difundido. El título: Antoni Farrés. Quan els obrers van assaltar l’Ajuntament.
Añado a las leídas
una anécdota propia. Debe correr el año 83 u 84, no puedo precisar la fecha. Estoy
en Sabadell para presidir un acto del sindicato. Toni me ha pedido que vaya un
poco antes y me pase por el Ayuntamiento, porque quiere comentarme un problema.
No recuerdo cuál era, en cualquier caso lo despachamos rápidamente y me pide
que le lleve en mi coche al local del acto sindical, porque quiere asistir. Se excusa
por la petición: su propio coche está inutilizado. “Como aquí todos nos
conocemos, algún cabrón lo ha visto aparcado en la calle y se ha entretenido en
destrozarme el parabrisas y hundirme el capó con un pedrusco. Hace una semana
que estoy de peatón cuando no pueden llevarme de favor los amigos.”
Le pregunto por qué
no ha llevado el coche al taller, y me dice que no tiene en este momento dinero
para la reparación. Todo el mundo sabe que Toni no se está haciendo rico
precisamente con su sueldo municipal. Le pregunto entonces por el seguro, y me contesta
que no le cubre ese tipo de riesgo. Le digo si, tratándose de un claro “accidente”
de trabajo, no puede hacerse cargo de la reparación el Ayuntamiento, y me
contesta que jamás utilizará ese expediente para su beneficio personal.
Nos quedamos los
dos callados mientras conduzco, y al final comento: “Sabes, Toni, no creo que
exista ningún otro alcalde en este país que se encuentre en la situación en la
que estás tú.”
Y él me contesta
(todo lo anterior es reconstrucción memoriosa, propensa por tanto a olvidos y
modificaciones; lo siguiente son sus palabras literales):
– Tengo una norma.
O vives como piensas, o acabas pensando como vives.
Durante veinte
años, hubo una identificación perfecta entre Antoni Farrés y la función que
desempeñaba. Recibió propuestas tentadoras para ocupar otros cargos que, en el
pensar común, suponían “ascensos” en su carrera, y las rechazó sin aspavientos.
Farrés era Sabadell en la medida en que también Sabadell era Farrés. Elección
tras elección, los votos mostraron esta realidad sin vuelta de hoja. Fue así hasta
que Toni dijo “Basta”. Lo dijo él, Sabadell nunca lo habría dicho.
En el libro se
recoge también el sarcasmo feroz que era capaz de desplegar, junto a una tossuderia imbatible, en las discusiones
comprometidas. Un ejemplo: “Si se va usted a rasgar las vestiduras, lo único
que puedo hacer es recomendarle un buen sastre.” Otro, indispensable la lengua
catalana para apreciarlo en toda su riqueza, en la discusión de unos
presupuestos municipales: «En aquest
ajuntament els números admeten qualsevol combinació, però no miracles. La
secció de marededéus trobades no la tenim.» (Traducción libre: no podemos retorcer los
números, tenemos en el ayuntamiento una sección de objetos perdidos, pero no de
imágenes milagrosas encontradas.)
Recojo para
terminar su opinión tajante sobre los secretarios de organización de los
partidos (yo lo he sido, durante no mucho tiempo, es cierto, y bastante a
contrapelo): «Los responsables de organización de los partidos tendrían que
estar prohibidos, por un problema de higiene mental de las izquierdas.»
Si nos referimos a
la organización como se solía considerar entonces, y si hablamos de los
partidos como siguen siendo, creo, todavía ahora, y no como deberían ser, estoy
de acuerdo con Toni.