Sabemos por monseñor Cañizares que no todos los refugiados que
llegan a nuestras costas son trigo limpio, pero recientes sucesos nos obligan a
extremar la vigilancia: puede que tampoco lo sean otras gentes no refugiadas,
sino de aquí de toda la vida.
Así lo pensaba, y
supongo que lo sigue pensando, Alfonso Rus,
alcalde de Xàtiva a lo largo de 20 años, de Raimon
Pelegero, un tarambana nacido en la capital de La Costera que entonaba
por ahí (nunca se le dio permiso para hacerlo en la misma Xàtiva, faltaría más)
canciones propias o ajenas de tono claramente subversivo y/o cultural, cosa incluso
peor, porque es sabido que la cultura no es sino subversión disfrazada con una
piel de cordero.
En todo caso, Rus
hubo de dimitir como alcalde y como presidente de la Diputación de Valencia
debido a pequeños tropiezos con la justicia a cuenta de unas comisiones
cobradas a cambio de contratos públicos (¿les suena la música?), y la otrora
límpida trayectoria del Ayuntamiento la empaña hoy una conjura turbia de socialistas,
Esquerra Unida y Compromís. Claro, les ha faltado tiempo para iniciar los
trámites pertinentes para nombrar a Raimon hijo predilecto de Xàtiva, y
rubricar el nombramiento con un homenaje popular.
Nos lo cuenta Maria
Josep Serra en El País. El expediente sigue adelante en estos momentos, con el
voto en contra del grupo municipal del PP y la abstención de Ciudadanos. Las
alegaciones de ambos merecen algún comentario.
Desde el PP afirman
que la iniciativa carece de apoyo popular, y que el acto de homenaje saldrá muy
caro. Lo cierto es que se ha cambiado el lugar previsto inicialmente para el
acto, que tenía capacidad para 350 plazas, y se ha trasladado al Gran Teatre de
Xàtiva, con un aforo de 750 asientos. Los gastos previstos (15.000 euros)
quedan totalmente cubiertos con la venta de entradas. Las entradas en cuestión están
ya vendidas en su totalidad, los vecinos se las quitaban literalmente de las
manos a las taquilleras.
¿Dónde queda
entonces la falta de apoyo popular que alega el PP? Con mayor precisión debía
de haber afirmado que existe falta de apoyo “del grupo Popular”. Entonces, sí.
Los datos cuadran.
Más surrealista es
la explicación que da el edil de Ciudadanos, Juan
Giner, sobre la abstención de su formación. Esto es lo que ha dicho: “Raimon es un artista que ha
hecho su carrera lejos de nuestra tierra y es allí donde ha dejado su legado”.
El argumento es agudo. De extenderse la llamada “doctrina
Giner” a lo largo y ancho de nuestra geografía, habría de ser retirada la
estatua de Andrés Iniesta que luce en el centro
de Fuentealbilla; Campo de Criptana negaría por tres veces, incluido canto de
gallo, a Sarita Montiel, por considerarse que no
tenía arraigo allí sino en Jolivú; de Antonio Banderas
preguntarían en Málaga “¿y en qué nos toca a nosotros ese señor?”; y en Manacor
se diría que la paternidad predilecta de Rafa Nadal
la ostenta un señor llamado Roland Garros que jamás ha aparecido por Ses Illes
ni en pintura.
Ustedes son libres
de pensar lo que quieran, pero a mí me parece que el citado Juan Giner anda más
próximo al título honorífico de “tonto del pueblo”, de honda raigambre en
nuestra geografía sentimental, que al de setabense ilustre. Para decirlo de forma cruda, el único lustre que podría dar Giner al lugar que le ha visto nacer sería el
que pongan los limpiabotas en sus zapatos, a base de betún, saliva y trapo.
Y todo porque le ha
dado reparo difundir a los cuatro vientos la verdad sencilla y apostólica de
monseñor Cañizares: que Raimon no es trigo limpio, no es “de los nuestros”.