Dos artículos, hoy
en El País, de dos catalanes que conocen el paño: Xavier
Vidal-Folch examina el cambio en curso en las elites políticas
catalanas, y Javier Pérez Andújar se detiene a
retratar la figura patética del aprendiz de brujo en su hora más triste:
cuando sus trucos de magia potagia le han estallado en la cara.
Del primero destaco
la constatación de que la oligarquía nacionalista, pactista y posibilista, que
rigió los destinos de esta pequeña nación sin estado, está en paradero
desconocido: casi tan desconocido como el de sus ahorros de toda la vida, escondidos
en depósitos opacos allende les muntanyes
de la pàtria. Nuevas capas de la ciudadanía están tomando el relevo, y son
más intransigentes, más difíciles de calmar y de contentar. Advierto en los medios
una tendencia a reducir el problema catalán a una negociación que salve la cara
a algunos y satisfaga las expectativas razonables de todos. Harán bien,
políticos y medios, en tomar nota de que no existe el tal suflé, de que la
independencia es una marea de fondo de bastante envergadura, semejante al 15M y
nutrida en buena parte de los mismos protagonistas indignados; y también, de
que en este momento en Catalunya no hay nadie al mando, por lo cual resulta de
una dificultad extrema negociar. Es el inconveniente de haber aplazado las
cosas importantes para luego. Después de años de dejar pudrir el problema,
ahora habrá que apechar con la gusanera (y con este término metafórico no me
estoy refiriendo, nadie lo piense, a los compañeros de la CUP, por los que
siento un gran respeto y afecto, aunque en absoluto sintonía).
Del artículo de
Pérez Andújar destaco en particular el tono casi cómplice con el que un Artur Mas derrumbado respondió a las críticas de Miquel Iceta, como si este fuera el único de los
presentes capaz de comprender sus angustias. «No estoy dispuesto a cualquier
cosa para ser president», declaró Mas, a pesar de que es exactamente lo que
está haciendo.
Iceta es un experto
en la supervivencia frente a las insidias de aparato, y es dudoso que Mas lo
sea también. Una cosa es aparecer como el delfín designado a dedo por el
patriarca, y disponer de un aparato que trabaja las veinticuatro horas para ti,
y otra muy distinta moverte en la jungla sabedor de que “tu” aparato invierte
prácticamente el mismo número de horas en ponerte palos en las ruedas. Tampoco
el aparato del PSC es hoy lo que ha sido (lo que ha sido históricamente es un trasunto de esa curia vaticana con la que pelea sin tregua el papa Francisco). Y para concluir con esa autoidentificación
dudosa, es por lo menos problemático considerar a Mas un superviviente. Bien
podría ser la víctima más señalada del tan jaleado choque de trenes.
Si viene a resultar
que Mas no tiene futuro como president, ¿quién lo será, entonces? Se barajan
los nombres de Raül Romeva y de Neus Munté. Permítanme una ligera mueca de escepticismo.
Uno de los principios consagrados de la teoría del populismo, es que sin un
líder de carisma potente, un movimiento populista no pasa de una posición
subalterna en el tablero político. ¿Alguien duda de que el motor del procès es populismo “de libro”, puro y
duro?