Coincide en las
portadas de la prensa diaria el resumen del primer asalto de la no investidura
(todas las culpas para Pedro Sánchez) con dos series estadísticas negativas: de
un lado el clima, de otro el empleo.
Milagros Pérez
Oliva, en elpais (1), comenta el incremento global de la temperatura, del
deshielo y de las emisiones de CO2 bajo el título “De récord en
récord, hacia el desastre ambiental”. Y concluye su artículo con esta llamada
de alerta: «Para evitar el desastre, tendremos que hacer algo más que mirar el
cielo con preocupación.»
Ha sido un año
perdido en la cuestión del cambio climático. Después de la cumbre de París, muchas
naciones se han esforzado en disminuir las emisiones; en España han aumentado.
Será culpa de Pedro Sánchez, por bloquear la formación de gobierno. Exactamente
lo mismo hizo Mariano Rajoy en la anterior no investidura, pero a él, ya se
sabe, los medios le eximen de culpa. Él se limita a mirar el cielo y torcer el
gesto: “parece que hoy tampoco va a llover ni habrá gobierno, mecachis.”
Lo mismo sucede con
el empleo. Agosto ha sido un mes fatal, con la destrucción de 145.000 empleos y
el incremento del paro registrado en 14.435 unidades, a las que deberían
añadirse buena parte de los 132.243 afiliados perdidos por la Seguridad Social.
No obstante, el Ministerio de Empleo minimiza las cifras con el siguiente
estrambote: «En términos desestacionalizados, el paro bajó en agosto en 26.462
personas.»
Convendría que el
Ministerio precisara si ese descenso desestacionalizado del paro dará de comer
a alguna familia. Me temo que no. No es más que otra manera de mirar al cielo,
el cielo de las estadísticas, siempre propicio para enviar consuelos vicarios.
No ha bajado el paro desestacionalizado (curioso invento, contradictorio con la
muy marcada estacionalidad del empleo) en 26.462 “personas”, sino tan solo en
el “guarismo” 26.462, no referido a nada concreto sino únicamente a las sumas,
restas y enjuagues comparativos tan fáciles de manejar en los términos estadísticos
en los que se miden las performances abstractas de la macroeconomía.
Todo se reduce de
nuevo a mirar al cielo: “Hoy ni va a llover, ni habrá nuevo gobierno, ni viene
más empleo, mecachis.” Pero, parafraseando a Pérez Oliva, «para evitar el
desastre, tendremos todos que hacer algo más que mirar el cielo con
preocupación.»