lunes, 5 de septiembre de 2016

DEL CASO SORIA A LAS BATALLAS PERIFÉRICAS


Los socios presuntos del fallido gobierno de septiembre, Ciudadanos y Coalición Canaria, han puesto el grito en el cielo por el nombramiento del ex ministro Soria para cubrir la vacante preceptiva en la cuota española de gobierno del Banco Mundial. El PSOE se ha librado de un bochorno parecido por la bendita tozudez de su inestable equipo de gobierno actual. De haberse producido la abstención preconizada en algunos cenáculos muy próximos al mecanismo rutinario de las puertas giratorias, ahora el griterío inundaría los pasillos de Ferraz. Porque Mariano Rajoy, claro está, despejado de una vez el camino de la investidura, habría dado el visto bueno al nombramiento de Soria el mismo día y con los mismos argumentos. Eran habas contadas; el plazo para la propuesta de un nombre concluía ayer, y el mecanismo giratorio no admitía alternativas menos ulcerantes. Igual que Wert, para dar el paso a un lado, había puesto determinadas condiciones que fueron escrupulosamente cumplidas, del mismo modo era necesario cumplir con Soria.
José Manuel Soria había dejado bien claro a Rajoy y a De Guindos qué era lo que deseaba a cambio de su dimisión, una dimisión que fue jaleada como transparente y ejemplar ante el público y los medios. Se dejó correr el plazo previsto para el nombramiento, en busca del momento menos lacerante para hacerlo público. No hubo suerte, sin embargo, y a la conclusión del plazo la disyuntiva era elegir entre dos males: el descontento de los socios virtuales recién llegados al cotarro, o el descontento de Soria. Era infinitamente más peligroso el descontento de Soria. En Génova es preciso concentrarse todos los días en el encaje de bolillos; la pérdida de imagen provocada por la propuesta de llevar a Soria al Banco Mundial, viene a ser equivalente en alguna medida a la de la destrucción de los discos duros de Bárcenas. Habría sido preferible no hacerlo, pero There Is No Alternative.
Ahora, sin apenas solución de continuidad, el campo de batalla se traslada a tres realidades periféricas mal ajustadas desde años atrás a las previsiones armonizadoras del actual marco constitucional. Están la cenicienta (una de las cenicientas) del sistema, y las dos hermanas ricas pero ya bastante menos ricas, todas ellas pendientes de la madrastra que las castiga de forma distinta a las tres. Tres nacionalismos enfrentados a un poder central ávido de recentralizar funciones y servicios para exprimir todo lo posible la extracción de plusvalías de las clases menesterosas y los pensionistas, el último pozo seco de donde es posible sacar petróleo para cuadrar los números de la macroeconomía.
Veremos cómo se resuelven las tres batallas. Permítanme una previsión: ni en el caso de darse la mejor de las expectativas que baraja el gobierno en funciones, podrá desanudarse el tremendo nudo gordiano que atenaza este país.
Otra cosa será si la realidad electoral y parlamentaria de los tres ámbitos en cuestión contradice de forma consistente las expectativas gubernamentales. Asistiremos entonces a una defensa numantina de la legitimidad soberana de la minoría mayoritaria, pero es probable que poco a poco se pueda ir soslayando la cuestión principal y dejar en manos de Mariano Rajoy la trascendente decisión de cortarse las venas, o bien dejárselas largas.