Una tuitera que
firma “arcitecta” expone de forma concisa el programa de la España eterna y archiepiscopal
para nuestras mujeres jóvenes: «Voy a vestir como tú digas y
voy a andar por donde tú digas a la hora que a ti te parezca para evitar que un
señor me haga lo que no debe.» Es una ampliación aggiornada de un principio de
honda raigambre en un país como el nuestro, donde el machismo es una rareza inapreciable,
si no inexistente: «La mujer, la pata quebrada y en casa.»
Ejemplo a sensu contrario, esa muchacha que rondaba a
deshora por los sanfermines vestida a saber cómo. Cinco caballeros le
preguntaron con educación si podían hacer algo por ella, y ella les contestó, o
por lo menos así lo han contado al juez instructor, que podía con los cinco y
más que hubiere. Luego cambió de opinión. Así no hay forma de entenderse.
Estos asuntos podrían resolverse con una pizca de inteligencia,
pero la inteligencia cotiza a la baja en este país. Así se deduce de la
manifestación en Madrid de un grupo de demócratas de toda la vida, que objetan
el nombre de Avenida de la Inteligencia que la alcaldesa fascista Manuela Carmena
ha elegido para una vía pública, porque prefieren el antiguo de Millán Astray. El
cual fue un hombre honorable, encantador y cariñoso en extremo según su hija
Peregrina, e impulsor según doña Esperanza Aguirre, que de eso entiende un rato
largo, de importantes iniciativas sociales.
No importa tanto nada de todo ello, en comparación con la
sospecha terrible de que la pata quebrada podría no ser un recurso suficiente
para mantener a buen resguardo nuestro tesoro patrio de feminidad recatada. Hay
ejemplos ridículos como el de las madres que dejaron a sus hijos encerrados en
el coche al sol mientras entraban a pelear por unas rebajas; ejemplos
escalofriantes como el de la niña que grabó los malos tratos de su padre,
porque de otro modo el juez no la creía; y ejemplos inquietantes como la
desaparición de Diana Quer en A Pobra do Caramiñal, no después de una noche de
farra sino después de un regreso a casa que fue disimulado ante la policía por
su mismísima madre, para que la desaparición pareciera una cosa distinta de
como era.
Si en casa tampoco, ¿dónde van a estar seguras las vidas y
las conciencias de nuestras muchachas?