miércoles, 27 de noviembre de 2019

ATENAS REVISITADA



Autorretrato de Paul Cézanne mirando por encima del hombro. Museo Fundación Basil & Elise Goulandris, Atenas.

Basil Goulandris fue un naviero nacido en la isla de Andros, que siguió la tradición paterna y llevó al apogeo la empresa familiar hasta convertirla de alguna forma en una “supernaviera”. En paralelo a su éxito financiero, y con su esposa Elise, de soltera Karadontis, reunió a partir de los años cincuenta del siglo pasado una extraordinaria colección de arte, muy mayoritariamente del siglo XX, pero con algunas piezas pictóricas notables de épocas anteriores: por ejemplo, una Santa Faz del Greco, varios Van Gogh (La recogida de las olivas, en particular), el autorretrato de Cézanne que aparece sobre estas líneas, y una fachada de la catedral de Ruán a la luz rosada del amanecer (el mismo color del cielo de la pintura de Van Gogh citada), por Claude Monet, variante afortunada que forma parte de su ciclo obsesivo sobre las tonalidades que imprime la luz cambiante del día en la labor gótica de encaje de piedra blanca del templo.

El Museo Fundación Goulandris ha abierto sus puertas hace poco más de un mes, y Carmen y yo hemos ido puntuales a visitarlo en un día límpido de sol cegador como solo sabe serlo en estas latitudes. El Museo está situado en el barrio de Pangrati, calle de Eratóstenes casi esquina con la de Arriano, dos ejemplos de toponimia urbana imposibles en nuestro país, en particular el segundo. El paseo por el barrio ofrece vistas robadas al Licavittos y a la Acrópolis, y en cuestión de pocos minutos permite acercarse al Estadio Panatinaico o a la plaza Sintagma. Es un escaparate vistoso de la ciudad moderna, con avenidas amplias y jardines cuidados.

Puede alegarse que también es una demostración de que el bienestar de los ricos siempre encuentra posibilidades de inversión de un dinero que se escatima en cambio para otros sectores de la población. En ese sentido, cabe apuntar que la colección de arte de Goulandris es conocida con el remoquete de “la de los 3 billones”, no sé exactamente en qué moneda de curso legal o virtual.

Lo uno no quita lo otro. En las salas del museo Carmen y yo hemos recuperado de pronto todo el encanto que emana de la Atenas más capaz de deslumbrarnos, no solo en metáfora. En nuestro vecindario de Egaleo, por contraste ─pero un contraste no menos amable─, nos quedan las calles irregulares con casas que prolongan su ruina de año en año, los omnipresentes gatos en todos los rincones, y los olores familiares y populares de los souvlakis asados al aire libre, de las espanacópitas recién horneadas, y de la variedad interminable de especias exóticas a la venta en la tienda vecina de nuestra calle.