viernes, 1 de noviembre de 2019

IMPEACHMENT


Las probabilidades están en contra de que Donald Trump sea destituido, en el juicio que se le acaba de abrir en el Congreso de Estados Unidos. Los republicanos votaron masivamente en contra, pero eran minoría; en el Senado, donde tendrá lugar la votación final si las cosas llegan a ese punto, los republicanos son actualmente mayoría.

No importa demasiado; se pueden perder todas las batallas y ganar la guerra, como dejó dicho Joan Coscubiela a propósito de otra cosa. Nancy Pelosi, la presidenta demócrata de la cámara baja, lo ha expresado así: «Lo que está en juego es la democracia; los republicanos temen la verdad.»

Se me ocurre, ustedes me perdonarán si desbarro, que el juicio parlamentario a Trump por un abuso de poder tan manifiesto como grosero, viene a tener algún punto de contacto con la exhumación del Innombrable hace pocos días, y tal vez con alguna otra cosa que ocurre en estas latitudes.

Daba igual en el fondo que los huesos del General reposaran en un lugar o en otro, pero era urgente sacarlos de ahí donde estaban. Era la sacralización bajo palio del cargo vitalicio e incluso más allá de lo vitalicio, lo que se impugnaba; y en el caso del Pato Donald, su facultad omnímoda otorgada de buena fe por la constitución, para hacer lo que le saliera de las pelotas con total impunidad.

Los mecanismos democráticos vigentes implican la posibilidad de que una mayoría vote a favor de la inmunidad de los que han roto las normas democráticas que obligan a todos. Eso ocurre tanto aquí como en USA. No importa tanto el resultado “político” a que todo eso dé lugar, como la reclamación firme en contra, formalizada desde las instancias representativas de un pueblo en teoría soberano. Si luego quienes defienden a Franco, o a Trump, o la desconexión, obtienen una mayoría suficiente en las instancias democráticas, Franco volverá a Cuelgamuros, Trump será reelegido, y las fuerzas que pretenden separar a Cataluña del Estado “volverán a hacerlo”. Les amparará la ley.

Ahora bien, eso sucederá si la mayoría que arropa a esas actitudes es realmente suficiente, porque es ella la que les legitima; nunca, en ningún caso, la legitimidad desciende de la sacralización de un poder situado por encima de la ley positiva, en cualquiera de las formas en que se manifieste dicho poder: populismo, nacionalismo, fascismo u otra modalidad de Antipolítica.

Lo que está en juego es la democracia, como ha dicho Nancy Pelosi.