Las probabilidades
están en contra de que Donald Trump sea destituido, en el juicio que se le
acaba de abrir en el Congreso de Estados Unidos. Los republicanos votaron
masivamente en contra, pero eran minoría; en el Senado, donde tendrá lugar la
votación final si las cosas llegan a ese punto, los republicanos son actualmente
mayoría.
No importa
demasiado; se pueden perder todas las batallas y ganar la guerra, como dejó
dicho Joan Coscubiela a propósito de otra cosa. Nancy Pelosi, la presidenta
demócrata de la cámara baja, lo ha expresado así: «Lo que está en juego es la
democracia; los republicanos temen la verdad.»
Se me ocurre,
ustedes me perdonarán si desbarro, que el juicio parlamentario a Trump por un
abuso de poder tan manifiesto como grosero, viene a tener algún punto de
contacto con la exhumación del Innombrable hace pocos días, y tal vez con
alguna otra cosa que ocurre en estas latitudes.
Daba igual en el
fondo que los huesos del General reposaran en un lugar o en otro, pero era
urgente sacarlos de ahí donde estaban. Era la sacralización bajo palio del
cargo vitalicio e incluso más allá de lo vitalicio, lo que se impugnaba; y en
el caso del Pato Donald, su facultad omnímoda otorgada de buena fe por la constitución,
para hacer lo que le saliera de las pelotas con total impunidad.
Los mecanismos
democráticos vigentes implican la posibilidad de que una mayoría vote a favor
de la inmunidad de los que han roto las normas democráticas que obligan a
todos. Eso ocurre tanto aquí como en USA. No importa tanto el resultado “político”
a que todo eso dé lugar, como la reclamación firme en contra, formalizada desde
las instancias representativas de un pueblo en teoría soberano. Si luego
quienes defienden a Franco, o a Trump, o la desconexión, obtienen una mayoría suficiente
en las instancias democráticas, Franco volverá a Cuelgamuros, Trump será
reelegido, y las fuerzas que pretenden separar a Cataluña del Estado “volverán
a hacerlo”. Les amparará la ley.
Ahora bien, eso
sucederá si la mayoría que arropa a esas actitudes es realmente suficiente, porque
es ella la que les legitima; nunca, en ningún caso, la legitimidad desciende de
la sacralización de un poder situado por encima de la ley positiva, en
cualquiera de las formas en que se manifieste dicho poder: populismo,
nacionalismo, fascismo u otra modalidad de Antipolítica.
Lo que está en
juego es la democracia, como ha dicho Nancy Pelosi.