viernes, 29 de noviembre de 2019

PARAJODAS DE LA DESOBEDIENCIA CIVIL


El president Quim Torra lo ha dicho muy clarito (en Twitter, la novísima tribuna pública de los novísimos tribunos de la plebe): «Si queréis ganar, tenéis que aceptar sacrificios mucho más altos.»

Torra está citando a Paul Engler, que en la presentación editorial de un “Manual de desobediencia civil” elaborado por él mismo, se refirió a tres condiciones que “los catalanes” (así, en genérico, como si todos/as los catalanes/as estuviéramos metidos en el mismo saco) habremos de tener en cuenta “si queremos ganar”. A saber, polarizar más; escalar más, y aceptar sacrificios más altos.

Paul Engler es sin duda una autoridad reconocida mundialmente. Lástima que aquí no conociéramos ni su nombre ni su gracia hasta que ha dejado caer su opinión sobre los catalanes. Es justamente ahora cuando ha empezado a funcionar el incensario puesto en marcha desde las cámaras o camarillas internas del Palau. Posiblemente mañana el señor Engler dirá alguna cosa que no guste tanto a los poncios del procesismo, y se verá condenado al olvido automático; aquí somos expertos en autoridades de usar y tirar. Mientras tanto, él habrá vendido algunos ejemplares de su Manual, y eso habrá salido ganando.

Entiendo que se proponga “escalar” más para ganar. Más o menos nos hemos acostumbrado ya a dejar las bolsas de basura en el lugar circunscrito de la calle donde antes había contenedores; y a pisar con cuidado los puntos de la plaza Urquinaona en los que se han levantado los baldosines para utilizarlos como proyectiles democráticos contra la pasma. Todo el asunto puede caer en la rutina. La acampada de plaza Universidad fue desalojada de madrugada sin incidentes porque los acampadores no estaban ahí, se habían ido a dormir a sus casas, dejando las tiendas de campaña en calidad de símbolos mudos de una revuelta acomodaticia.

No entiendo en cambio lo de la polarización; yo diría que hay ya la suficiente. De hecho, el número de traidores a la patria está creciendo últimamente de forma exponencial. Antes éramos solo unos pocos, más o menos el 52% del censo. Ahora tanto JxCat como ERC están también bajo sospecha, por distintos motivos, y la única organización que expende títulos certificados de traidoría en el país es la CUP. ¿Cuánto más hay que polarizar, entonces, para ganar?

¿Y quiénes serán los que ganen? Disculpen, pero el tuit de Quim Torra tiene una segunda lectura muy clara. Es esta, atención a las cursivas: “Para que nosotros ganemos, vosotros tenéis que aceptar sacrificios más altos.” El sujeto cambia de la oración principal a la subordinada. Unos se sacrifican y otros ganan; puro cadornismo.

Y finalmente, ganar ¿qué? Estamos, que yo sepa, no en una tesitura de desobediencia civil, sino de desobediencia institucional. De la reivindicación de la independencia de la República hemos pasado sin sentir a la protesta más o menos tumultuaria por la magnitud discutible de la sentencia condenatoria a los políticos presos o presos políticos. Mientras, el Parlament sigue partido por la mitad y utilizando una mayoría pírrica para simular que desafía las decisiones del Tribunal Constitucional, sin llegar nunca a hacerlo según la letra estricta de los códigos. Una especie de juego de la gallinita ciega.

Mientras, la gente de la calle se amarga y protesta por la inseguridad, la precariedad, el crecimiento del desempleo y los recortes de las pensiones que cíclicamente se vienen anunciando, también desde las tribunas de Palau. Son todos ellos sacrificios muy altos, que de forma subliminal se nos está diciendo que hemos de aceptar.

Y se abre paso la percepción de que vivimos peor, acompañada por la oscura certeza de que la culpa no es de Madrid, o por lo menos no es toda, y no es solo, de Madrid.