sábado, 9 de noviembre de 2019

CASA COMÚN, PROPIEDAD PRIVADA


Un artículo publicado hoy por Jordi Évole en lavanguardia (1) la está petando, por lo menos si tengo en cuenta la cantidad de amigos de toda la vida, parientes y viejos compañeros de luchas y fatigas, que me lo están remitiendo para que lo lea (cosa que ya había hecho yo por mi cuenta desde la primera hora).

Viene a sugerir Évole, en base a una conversación sostenida por él en el mes de junio, que los socialistas tenían ya entonces prevista la reconvocatoria en lugar de la investidura. «Volver a celebrar elecciones no tiene por qué ser tan malo», dice Évole que le dijeron sus interlocutores, con una sonrisa enigmática que él no entendió entonces, y que a 9 de noviembre todavía se entiende mucho menos.

Se supone que era estrategia. Se supone que alguien pensó que una repetición sería buena para el PSOE, porque la pérdida de cinco meses de actividad política plena se compensaría con una ganancia equis en votos. Se supone que la suposición previa era que es preferible gobernar con las manos libres a hacerlo con compromisos firmes con otras fuerzas. Se supone que se pensó que en cualquier caso el personal humano iba a aguantar lo que le echaran.

Ocurra lo que ocurra mañana, el PSOE ha cometido un grueso error, con el agravante de que se trata de un error típico, repetido en ocasiones anteriores, característico de una mentalidad y de un modo determinado de hacer política que nació en nuestras latitudes democráticas con el felipismo y el guerrismo.

Es el error de considerar que la casa común de la izquierda puede ser tan amplia como se quiera, abierta a todos, etc.; pero tiene una marca registrada y un patrón que la regenta. De modo que, de los que están dentro, el que se mueve no sale en la foto; y de los que están fuera, no sale en la foto ninguno a menos que la superioridad competente lo permita por especial concesión.

El “propietarismo” de la política vincente de la izquierda por parte del PSOE lo configura como una iglesia (extra ecclesia nulla salus), cosa que le confiere una particular solidez frente a la proliferación de tantas herejías (tu es Petrus [Sánchez, en el presente caso] et super hanc petram…) Pero esa perspectiva política se aproxima demasiado al pensamiento único, al “no hay alternativa” del pensamiento neoliberal; y, al revés, se aleja en demasía de las expectativas, los intereses y las reivindicaciones del popolo minuto disperso, heterogéneo y fragmentado.

Hay un designio de “gran política” y de totalidad en el PSOE, pero se constata que mañana tampoco va a conseguir el objetivo que viene persiguiendo desde abril. Ni hay más cera que la que arde, ni más votos que los que conceden las urnas. Pensar que la socialdemocracia del siglo XXI va a arrasar cambiando el Estado del bienestar por la mochila austríaca es, en una expresión característicamente catalana, soñar tortillas.

Un ruego, entonces, a Pedro Sánchez y a sus valedores y magos de la varita: utilicen con sensatez los votos que van a obtener, denles esa utilidad de la que presumen, y esfuércense para alcanzar ventajas y beneficios que reviertan en el común de los sin casa, en lugar de encerrarlos a cal y canto en el interior resguardado de una casa común en cuya puerta han colgado el letrero «Propiedad privada».