Un artículo publicado
hoy por Jordi Évole en lavanguardia (1) la está petando, por lo menos si tengo
en cuenta la cantidad de amigos de toda la vida, parientes y viejos compañeros
de luchas y fatigas, que me lo están remitiendo para que lo lea (cosa que ya
había hecho yo por mi cuenta desde la primera hora).
Viene a sugerir
Évole, en base a una conversación sostenida por él en el mes de junio, que los
socialistas tenían ya entonces prevista la reconvocatoria en lugar de la
investidura. «Volver a celebrar elecciones no tiene por qué ser tan malo», dice
Évole que le dijeron sus interlocutores, con una sonrisa enigmática que él no
entendió entonces, y que a 9 de noviembre todavía se entiende mucho menos.
Se supone que era
estrategia. Se supone que alguien pensó que una repetición sería buena para el PSOE,
porque la pérdida de cinco meses de actividad política plena se compensaría con
una ganancia equis en votos. Se supone que la suposición previa era que es
preferible gobernar con las manos libres a hacerlo con compromisos firmes con
otras fuerzas. Se supone que se pensó que en cualquier caso el personal humano iba
a aguantar lo que le echaran.
Ocurra lo que
ocurra mañana, el PSOE ha cometido un grueso error, con el agravante de que se
trata de un error típico, repetido en ocasiones anteriores, característico de
una mentalidad y de un modo determinado de hacer política que nació en nuestras
latitudes democráticas con el felipismo y el guerrismo.
Es el error de
considerar que la casa común de la izquierda puede ser tan amplia como se
quiera, abierta a todos, etc.; pero tiene una marca registrada y un patrón que
la regenta. De modo que, de los que están dentro, el que se mueve no sale en la
foto; y de los que están fuera, no sale en la foto ninguno a menos que la
superioridad competente lo permita por especial concesión.
El “propietarismo”
de la política vincente de la izquierda
por parte del PSOE lo configura como una iglesia (extra ecclesia nulla salus), cosa que le confiere una particular
solidez frente a la proliferación de tantas herejías (tu es Petrus [Sánchez, en el presente caso] et super hanc petram…) Pero esa perspectiva política se aproxima
demasiado al pensamiento único, al “no hay alternativa” del pensamiento
neoliberal; y, al revés, se aleja en demasía de las expectativas, los intereses
y las reivindicaciones del popolo minuto disperso, heterogéneo y fragmentado.
Hay un designio de “gran
política” y de totalidad en el PSOE, pero se constata que mañana tampoco va a
conseguir el objetivo que viene persiguiendo desde abril. Ni hay más cera que
la que arde, ni más votos que los que conceden las urnas. Pensar que la
socialdemocracia del siglo XXI va a arrasar cambiando el Estado del bienestar
por la mochila austríaca es, en una expresión característicamente catalana,
soñar tortillas.
Un ruego, entonces,
a Pedro Sánchez y a sus valedores y magos de la varita: utilicen con sensatez
los votos que van a obtener, denles esa utilidad de la que presumen, y esfuércense
para alcanzar ventajas y beneficios que reviertan en el común de los sin casa, en
lugar de encerrarlos a cal y canto en el interior resguardado de una casa común en
cuya puerta han colgado el letrero «Propiedad privada».