Jeanne Duval retratada
─vestida─ en un diván, por Édouard Manet en 1862. El poema de Baudelaire fue
escrito veinte años antes.
Marc Bassets
anuncia en elpais (1) el descubrimiento de un cuarteto inédito de Charles
Baudelaire, escrito de su puño y letra en un ejemplar de la primera edición de Las flores del mal dedicado a un amigo
periodista.
Se trataría de la
novena estrofa de “Les bijoux”, uno
de los poemas malditos del autor, expurgados por la censura después de un
juicio resonante. El cuarteto, sin embargo, fue escrito mucho después que la
composición a la que se añade. Esta se sitúa en torno al año 1842, dentro del
llamado “ciclo de Jeanne”, es decir de los poemas dedicados por Baudelaire a su
amante haitiana Jeanne Duval, y caracterizados por un erotismo de altísimo
voltaje. Sin embargo, la primera edición del libro tuvo lugar quince años
después, en 1857, y la nueva estrofa está anotada a mano sobre un ejemplar
impreso.
Por en medio hubo
un intento fallido de suicidio, del que he dado cuenta en otro lugar de estas
páginas (2), y muchas otras vicisitudes personales para Baudelaire, apremiado
en general por los alcoholes y la falta de medios de vida, y más abrumado que satisfecho
por las “alas de gigante” con que el genio le había dotado, y que, como las del
albatros en una de sus composiciones más conocidas, le permitían un vuelo
incomparable, pero le impedían caminar por el suelo común.
Hubo dos ediciones
más de Las flores del mal en vida del
poeta, y este no consideró oportuno incluir, en el poema en cuestión, el añadido
que improvisó al escribir una dedicatoria. Se trataría entonces de una especie
de “verso libre” escrito a beneficio de inventario para el lector al que estaba
destinado el ejemplar; pero merece sin la menor duda una nota a pie de página
en futuras ediciones.
La composición “Les
bijoux” comienza así: «La très-chère
était nue,et, connaissant mon coeur, / elle n’avait gardé que ses bijoux sonores…»
(“La muy querida estaba desnuda y, conociendo mi corazón, solo llevaba encima
sus joyas sonoras…”). Delante del “candor unido a la lubricidad” de las poses de
la mujer tendida en un diván, el poeta se describe a sí mismo como un “alma en
reposo” que se ha sentado, “tranquila y solitaria”, en un rocher (roca) de cristal.
El desfile voluptuoso ocurre frente a unos ojos “clarividentes y serenos”.
A esta expresa actitud
metafísica delante de la belleza terrenal corresponden los cuatro versos ahora
resucitados:
Et je fus plein alors de cette Vérité:
Que le meilleur trésor que Dieu garde au Génie
Est de connaître à fond la terrestre Beauté,
Pour en faire jaillir le Rythme et l’harmonie.
Cinco
términos aparecen subrayados con mayúscula: Verdad, Dios, Genio, Belleza, Ritmo. Más énfasis:
el artista se siente “lleno” de esa Verdad que es el “mejor” tesoro que Dios le
concede, al permitirle penetrar “a fondo” la Belleza terrenal y extraer así de
ella su ritmo y su armonía.
No es el “mejor”
verso de Baudelaire, ni el que contiene más “Verdad” ni “Belleza”. Pero tampoco
es en absoluto desdeñable para comprender su estética y su intención.