El Grupo Planeta
cierra de forma definitiva Círculo de Lectores, un experimento editorial
surgido en 1962 de la mano de Bertelsmann, y fagocitado por la multinacional española en
dos sentadas, al adquirir la mitad de las acciones en 2010 y la otra mitad en
2014.
Círculo funcionaba
como un club de abonados que se comprometían a adquirir mensualmente un nuevo
título de un amplio catálogo, en unas condiciones ventajosas en relación con el
precio de librería. El catálogo aparecía como una especie de “canon de lectura”
muy ecléctico que abarcaba desde los clásicos antiguos ineludibles, hasta las
obras modernas que podríamos llamar best-sellers de fondo. No aparecían por lo
general ni obras escandalosas, ni muy comprometidas políticamente, ni demasiado
recientes. Cuando un título entraba en el catálogo de Círculo era porque ya había
consumido un primer ciclo en las librerías y se le abría una “segunda vida”
como pieza accesoria de una biblioteca personal.
Es ese concepto, el
de biblioteca personal que uno va mimando y completando a lo largo de la vida,
el que justificó en su momento la experiencia, y el que ha acabado por
arrumbarla en el desván de los recuerdos. No es que hoy se lea menos, sino que
se lee de forma distinta y con otros objetivos. En cuanto al concepto mismo de
biblioteca, está obsoleto; los libros, por lo menos la gran mayoría de libros,
son objetos de usar y tirar. Guardarlos no tiene sentido porque existen otras
formas de almacenamiento y de recuperación. Y ahora la literatura ya no se
consume exclusivamente en papel, sino cada vez más en soportes electrónicos.
Círculo/Planeta ha
intentado evolucionar con los gustos de la clientela. Leo que un 30% de la
oferta eran productos distintos del libro; un 11,9%, productos cosméticos. El
esfuerzo no evitó una espiral de pérdidas millonarias al sello editorial:
tampoco nos abonamos con facilidad al consumo de cremas rejuvenecedoras que nos
trae mensualmente un jubilado en un carrito.
El cierre supone la
pérdida de 143 puestos de trabajo fijos. Es el punto más doloroso de una
decisión empresarial de calado. En tiempos tuve grandes amigos y compañeros en
el comité de empresa de Círculo y en sus aledaños sindicales. Gente que ya
entonces trabajaba a contracorriente de la dirección, por la calidad antes que
por el beneficio, por el servicio a la ciudadanía como desiderátum de una
estructuración social distinta, más empática y más horizontal.
Algunos de mis conocidos, me consta, ya no están; a otros les he perdido la pista hace mucho tiempo. A todos les recuerdo aún muy bien, sus luchas fueron también mías.