miércoles, 6 de noviembre de 2019

LAS CUENTAS DE ABASCAL


Sostiene Santiago Abascal ─y lo ha sostenido en un debate público, no en la barra de su bar de elección, donde tiene boquiabiertos con sus luces a los peripatéticos parroquianos del petit matin, expresión que los franceses utilizan para denominar esa hora incierta de la madrugada en que los elefantes se tiñen de rosa─, sostiene, digo, Abascal en debate público televisado, que las autonomías cuestan al Estado noventa mil millones de euros, y que pronto será necesario elegir entre autonomías y pensiones.

Pasemos por alto el hecho de que las autonomías no “cuestan” nada al Estado porque “son” Estado, según la Constitución. Suponer que un Estado verticalizado ahorraría más dinero y generaría menos burocracia es, por decirlo de forma sobria, demasiado suponer. Todos tenemos presente el recuerdo de un Estado no tan lejano en el que incluso los sindicatos eran verticales y la burocracia resultaba asfixiante en todos los ámbitos de la vida. Todo eran colas en las ventanillas, y siempre se necesitaba un sello más para dar curso a una gestión, o bien lo que faltaba era el imprescindible certificado de buena conducta sustanciado por el párroco del lugar, el cual figuraba también en nómina de la interminable burocracia estatal.

La idea de que aquello fue una edad de oro y de que entonces los pensionistas nadaban en la abundancia es prácticamente privativa de Abascal; no hay mucha gente más que la comparta.

Pero yendo al meollo de la propuesta abascaliana, se desprende de la misma otro hecho innegable: si suprimiendo las autonomías el Estado dispondría de noventa mil millones extra para sus gastos, por qué no suprimir además las pensiones y disponer de ciento ochenta mil millones de la misma tacada. Para gastarlos en lo que al Estado le apetezca; preferentemente en fondos de reptiles para premiar a los tertulianos con más labia. Se habría llegado entonces al sursum corda, y dado una estocada mortal no solo a la inmigración delincuente sino a los yayoflautas, esos moscardones verdes siempre bombardeando a las personas de bien con pejigueras.

El Mundo, La Vanguardia y La Razón dan a Vox como ganador del debate de la otra noche, según leo en otro órgano de información. Según se mire. Los demás candidatos optaron por no polemizar con Abascal, debido a razones varias y también porque cada cual contaba celosamente los minutos de que disponía para colocar sus propios mensajes, elaborados con precisión milimétrica por equipos de asesores generosamente pagados.

Según cálculos míos de elaboración propia, el asesoramiento a las plataformas electorales hecho por paneles de expertos en sociología, politología y electorología, viene a costar a los partidos, en los últimos tiempos, unos noventa mil millones de euros anuales, euro más euro menos, que son sufragados con dinero público vía subvenciones. Afirmo en consecuencia, desde esta tribuna pública, independiente e inasequible al desaliento venga de donde venga, que si suprimiéramos todas las expertises electorales golosamente remuneradas dispondríamos de fondos públicos suficientes para mantener con holgura tanto las autonomías como las pensiones.

Átenme esa mosca por el rabo.