jueves, 28 de noviembre de 2019

POR UNA INNOVACIÓN CREADORA DE BUEN EMPLEO



Tony Barnes Atkinson (1944-2017)


En su último libro publicado en vida (este mismo año se ha editado póstumamente otra obra que dejó inacabada), Inequality, What Can Be Done? (2014), el economista Tony Atkinson enumeró una serie de “propuestas más radicales” (more radical proposals) para combatir la desigualdad creciente, un fenómeno que había abordado ya en numerosas ocasiones desde que en 1970 propuso un índice, conocido como Atkinson index, para la medición adecuada de una desigualdad estructural que atenta contra la justicia distributiva.

Entre esas quince propuestas radicales, y después de señalar a modo de provocación que «se habla de la tecnología como si viniese de otro planeta y acabara apenas de aterrizar en la Tierra», Atkinson incluye la siguiente: «La dirección del cambio tecnológico debería ser una preocupación explícita de los políticos, y estos deberían estimular la innovación tendente a aumentar la ocupabilidad de los trabajadores y enfatizar la dimensión humana en la oferta de servicios.» En su argumentación de la medida, menciona la insuficiencia, cuando no la falacia, de medidas tales como la bajada de impuestos, la promoción de la libre competencia, la flexibilización del trabajo o las privatizaciones.

Dejar el territorio de la innovación en manos de intereses oligopólicos tan poderosos como los que representan Google, Amazon o Uber, es dejar libre el campo para una tecnología concebida como el instrumento de dominación más sofisticado e irresistible que haya conocido el género humano. La tecnología no es neutral en sí misma: debe ser dirigida políticamente, desde los poderes públicos, los cuerpos intermedios y la acción colectiva de la ciudadanía.

Los algoritmos deben ser objeto de negociación (1). Y esa negociación ha de tender a colocar en una sinergia positiva de un lado la técnica y de otro el empleo, además de utilizar para el empoderamiento y el desarrollo del “buen” empleo toda la masa de conocimientos acumulados por el general intellect, es decir la masa de sabiduría compartida por todos de la que habló ya Carlos Marx, y que ahora, precisamente por el avance de la tecnología de las comunicaciones, está al alcance de todos mediante un solo clic en el ordenador o en la tableta.