El titulillo viene a cuento de un artículo de opinión firmado
por Antonio Elorza y aparecido en elpais.com,
una vez más sobre Pablo Iglesias. No lo cliqué para leerlo, de modo que me
contento con daros, amigos lectores, la sustancia de la frasecilla
introductoria del mismo: “El doble lenguaje de P.I. le permite ocultar sus
verdaderas intenciones.” O cosa muy parecida, la verdad es que cito de memoria.
El problema no es Elorza, que habrá cobrado por su colaboración
y allá cuidados. Tampoco lo es Pablo Iglesias ni el hecho de que utilice
lenguajes dobles o triples, y sea o no populista y/o bolivariano. El problema
es la estructura de la información desde las coordenadas actuales, en la era de
la información y en una sociedad democrática occidental. He aquí al respecto
una opinión autorizada: «La
tarea de las sociedades democráticas consiste en poner a punto estrategias
legales y culturales para limitar la amenaza de la demagogia, en una época en
la que la demagogia se ha hecho científica, y sin olvidar la naturaleza
política de la deliberación y la configuración procedimental y representativa
de la democracia.» (Bruce Ackerman, The Decline and Fall of the American Republic , Cambridge , MA ,
2010. Traducción mía.) Me encanta la utilización, en el original, de
la voz demagoguery, variante americana de demagogy que contiene, en mi opinión, un
plus de expresividad peyorativa. Pero conviene dejar a un lado cuestiones
semánticas y tomar buena nota del apunte de fondo, a saber: en nuestras
sociedades occidentales la “demagoguería” se ha hecho científica, lo que viene
a significar que el demagogo, como el artillero, calibra el volumen, la
intensidad, el ritmo y la frecuencia de sus proyectiles, con el fin de alcanzar
con la mayor precisión posible el efecto deseado de infligir el mayor destrozo
posible al enemigo.
La demagoguería no es exclusiva de la derecha política. Se la
encuentra, como los garbanzos negros, incluso en las mejores familias. Ustedes,
queridos lectores, no tendrán dificultad en señalarme ejemplos flagrantes en
las páginas de este mismo blog. Se trata, sin embargo, por lo común de un
producto artesanal, sin pretensiones, de brocha gorda, sin ese punto de
refinamiento científico que ha colocado a El País-Statu Quo en el candelero de
la modernidad en lo que se refiere a libros de estilo. Como señalaba alguien
cuyo nombre y circunstancias se me han ido de la memoria, los vicios de las
clases populares son irrelevantes; los que importa corregir son los vicios de
las clases dirigentes, porque son ellas las que dictan el tono y el nivel del
conjunto de la sociedad.
Nota aparte.- Entre las normas no escritas de este blog están la de no tratar
más de un asunto por entrada, y la de no superar la extensión del millar de
palabras como máximo, para no abusar de la paciencia del lector. Me limito
aquí, entonces, a una llamada de atención sobre las propuestas que, con una
pasión y una rabia gratificantes, ha lanzado Carlos Arenas Posadas en el
artículo "Una alternativa republicana",
publicado en el blog amigo En campo abierto. Me encantaría entrar a ese trapo,
discutir largamente, poner y quitar cosas a lo que él dice. No lo hago por dos
razones que convergen y se refuerzan la una a la otra: la primera, porque conozco
mis insuficiencias en ese terreno; la segunda, porque creo que es a los estados
mayores de los partidos de la izquierda plural y de los sindicatos a quienes
corresponde esa tarea, que es una tarea de programa. No digo de programa
electoral, esa variante “light” que ahora se lleva, sino de programa, programa,
programa, ¿recuerdan la cantinela?