Un individuo consiguió colarse en la casa de Julio César
disfrazado con ropas femeninas, con ocasión de una fiesta religiosa a la que
estaban convocadas exclusivamente mujeres, y tuvo la audacia de solicitar los
favores de la esposa del tribuno, Pompeya Sila. Esta pidió auxilio, y el
intruso fue detenido y posteriormente sometido a juicio. Lo cual no impidió a
Julio repudiar a su señora con la siguiente argumentación: «La mujer de César
no sólo debe ser honrada, además debe parecerlo.» Norma tan estricta, quizás es
innecesario decirlo, no era aplicable al marido. En el triunfo concedido a
César en Roma como vencedor de las Galias, sus legionarios cantaban mientras
desfilaban: «¡Maridos, esconded a vuestras esposas! Aquí os traemos al calvo
rijoso que se ha follado a toda la
Galia con el dinero prestado por Roma.» Y no le bastaba la
dirección única, según algunos autores; hombre de amplias miras en el terreno
sexual, consideraba tan noble dar como recibir. Alguien lo calificó de «marido
de todas las esposas y esposa de todos los maridos.»
Pues bien, la hipocresía y el cinismo combinados de Julio César
en el asunto del repudio de su esposa se quedan cortos comparados con los
planteamientos que inspiran la contratación del personal de nuestro Tribunal de
Cuentas. Sin duda una corriente mayoritaria en nuestra clase política considera
que la fiscalización de las cuentas del Estado no es un trabajo serio sino más
bien cosa de mucha risa, aunque bien pagada. Prevalece la opinión de que los
funcionarios de dicho Tribunal ni deben ser forzosamente honrados, ni siquiera
parecerlo. De modo que la institución se ha convertido en una sinecura
(definición de “sinecura” en el diccionario de la RAE : empleo o cargo retribuido que
ocasiona poco o ningún trabajo), a
la que concurren alegremente parientes y paniaguados de las altas instancias de
la casta.
Por primera vez en su historia, el Tribunal de Cuentas ha
buscado las cosquillas de los partidos políticos por defectos de financiación.
Lo ha hecho con el pulso firme y la proyección ética que cabía esperar de su
majestuosa trayectoria hasta la fecha. Después de declarar prescritos todos los
enjuagues relacionados con las elecciones de 2011, ha abierto
expediente por irregularidades en la presentación de sus cuentas a Izquierda
Unida y al Partido Aragonés Regionalista. Don Mariano Rajoy estará satisfecho:
hemos vuelto a asombrar al mundo.