viernes, 11 de julio de 2014

LA MUJER DE CÉSAR Y EL TRIBUNAL DE CUENTAS

Un individuo consiguió colarse en la casa de Julio César disfrazado con ropas femeninas, con ocasión de una fiesta religiosa a la que estaban convocadas exclusivamente mujeres, y tuvo la audacia de solicitar los favores de la esposa del tribuno, Pompeya Sila. Esta pidió auxilio, y el intruso fue detenido y posteriormente sometido a juicio. Lo cual no impidió a Julio repudiar a su señora con la siguiente argumentación: «La mujer de César no sólo debe ser honrada, además debe parecerlo.» Norma tan estricta, quizás es innecesario decirlo, no era aplicable al marido. En el triunfo concedido a César en Roma como vencedor de las Galias, sus legionarios cantaban mientras desfilaban: «¡Maridos, esconded a vuestras esposas! Aquí os traemos al calvo rijoso que se ha follado a toda la Galia con el dinero prestado por Roma.» Y no le bastaba la dirección única, según algunos autores; hombre de amplias miras en el terreno sexual, consideraba tan noble dar como recibir. Alguien lo calificó de «marido de todas las esposas y esposa de todos los maridos.»

Pues bien, la hipocresía y el cinismo combinados de Julio César en el asunto del repudio de su esposa se quedan cortos comparados con los planteamientos que inspiran la contratación del personal de nuestro Tribunal de Cuentas. Sin duda una corriente mayoritaria en nuestra clase política considera que la fiscalización de las cuentas del Estado no es un trabajo serio sino más bien cosa de mucha risa, aunque bien pagada. Prevalece la opinión de que los funcionarios de dicho Tribunal ni deben ser forzosamente honrados, ni siquiera parecerlo. De modo que la institución se ha convertido en una sinecura (definición de “sinecura” en el diccionario de la RAE: empleo o cargo retribuido que ocasiona poco o ningún trabajo), a la que concurren alegremente parientes y paniaguados de las altas instancias de la casta.

Por primera vez en su historia, el Tribunal de Cuentas ha buscado las cosquillas de los partidos políticos por defectos de financiación. Lo ha hecho con el pulso firme y la proyección ética que cabía esperar de su majestuosa trayectoria hasta la fecha. Después de declarar prescritos todos los enjuagues relacionados con las elecciones de 2011, ha abierto expediente por irregularidades en la presentación de sus cuentas a Izquierda Unida y al Partido Aragonés Regionalista. Don Mariano Rajoy estará satisfecho: hemos vuelto a asombrar al mundo.