lunes, 7 de julio de 2014

LA SOCIALDEMOCRACIA EN TANGA

Un artículo de José Ignacio Torreblanca en El País de ayer domingo, “La socialdemocracia en la era de la austeridad”, analiza las dificultades electorales que encuentra la opción socialdemócrata en el actual contexto europeo. Las conclusiones del análisis son pesimistas, y se sintetizan en el siguiente párrafo:«Muchos socialdemócratas sospechan que se han situado en una tierra de nadie donde sus posibilidades de ganar las elecciones sobre la base de sus viejas promesas y gobernar de acuerdo con sus verdaderas preferencias políticas se aproximan peligrosamente a cero. Y dudan sobre qué hacer: por un lado saben que volver al viejo Estado de bienestar es imposible, pues requeriría economías cerradas, es decir, deshacer la integración europea y la globalización; por otro, saben que construir un Estado de bienestar a escala europea y, paralelamente, domesticar la globalización es una tarea que excede sus capacidades.»

No son conclusiones halagüeñas, pero tampoco son veraces. Sólo por entretenernos, vamos a hacer como en la canción infantil y contar las mentiras. Primera, los socialdemócratas europeos dejaron de habitar ya hace años esa «tierra de nadie» a la que le condenaban sus «viejas promesas» y sus «verdaderas preferencias». Segunda, no «dudan sobre qué hacer», ya han decidido; abandonando toda propuesta de políticas redistributivas (probablemente insuficientes en cualquier caso), se han sometido con mansedumbre a la dictadura de los mercados y a las desigualdades rampantes que genera (díganlo si no Blair, Schröder y Zapatero). Tercera mentira, no saben o por lo menos fingen no saber que «volver al viejo Estado del bienestar es imposible»; siguen planteando como anzuelos electorales la honradez centenaria y la eficacia en la gestión de lo público de la tradición socialdemócrata, el sueño de la vuelta atrás, sin que su mano izquierda parezca enterarse de que con la mano derecha practican el mismo deporte de las puertas giratorias entre la función pública y el negocio privado de sus colegas de la casta. Y cuarta mentira, ¿por qué ha de exceder sus capacidades la construcción de una red europea de protección y previsión social, y qué tabú sagrado les impide intentar poner coto a los desafueros de los especuladores globales? Esta es la falsedad más enigmática del artículo de Torreblanca; ni siquiera intenta argumentarla, a pesar de que se refiere a un proyecto político necesario y ambicioso, a la altura de los tiempos que corremos. Obama está intentando hacer eso mismo desde el centro del imperio, y curiosamente las reticencias a sus planes de control de la banca global vienen de Europa (véase al respecto el artículo de Sol Gallego-Díaz, también en El País de ayer).

En conclusión, la imagen de Torreblanca de una manta electoral demasiado corta de la socialdemocracia, que le deja al descubierto alternativamente los pies si tira para arriba, o el pecho si tira para abajo, puede resultar bondadosa en exceso en la situación española, donde se ha fiado todo a una renovación de personas y de imagen, pero no de política. De seguir contemplando su ombligo en una época en la que la realidad avanza a largos trancos de velocidad digital, la insuficiente manta electoral que cubre a nuestra socialdemocracia podría verse reducida en un plazo no demasiado largo a un breve, brevísimo tanga. No estoy enunciando ningún desiderátum, al contrario. Me parece urgente que nuestros amigos espabilen.