En una visita anterior a Georges Brassens (1) hablé de la
canción Je me suis fait tout
petit (“Me he hecho muy
pequeñito”), que pone en escena a una pareja amorosa peculiar, formada por una
muñeca y un bruto. La misma pauta se repite por lo menos en otras tres
canciones de Brassens. En las cuatro el cantante habla en primera persona,
adjudicándose el papel del bruto, pero su partenaire, la muñeca, cambia en cada caso.
También los desenlaces son distintos de canción a canción, pero aparecen
algunos elementos comunes que dan al conjunto un “aire de familia”: en dos de
ellas el acto amoroso tiene lugar en el agua, y en todas se menciona una
reserva o un pudor inicial en la muñeca ante la acometida del bruto, que da
paso posteriormente a una alegre cooperación. Además, en tres de las cuatro
canciones nada menos, se menciona un elemento de gran actualidad deportiva: el
mordisco.
Dans l’eau de la claire fontaine es
la que más se despega del grupo; se trata de un episodio galante al estilo
antiguo y no está del todo claro que el varón sea en efecto un bruto. La
“bella” se está bañando desnuda en una fuente clara, y una ráfaga de viento se
lleva sus vestidos. Pudorosa, pide auxilio al cantante: debe buscar para
vestirla «hojas de parra y flores de lirio y de azahar». Él le fabrica un
corpiño con pétalos de rosa. Una sola rosa basta, porque, explica, «la belle n’était pas bien grosse». Después compone una falda con
hojas de parra. Una hoja es suficiente, tan pequeña era la belle. Ella le tiende brazos y labios
para darle las gracias, y él los toma con tanta ansia que… «elle fut toute deshabillée».Pero
el juego complace a la bella, que vuelve muchas veces a la fuente para bañarse
desnuda rezando a Dios para que sople el viento.
De la protagonista de Comme
une soeur, nos dice Brassens
de forma explícita que se parece a su muñeca «como una hermana». Baja al río
para mojarse los piececitos, y él se oculta en el fondo del agua disfrazado de
cachalote. Así consigue morderle el talón, «nunca un tiburón probó semejante
delicia». La bella lo castiga sujetándole la cabeza debajo del agua, y él no
tiene más remedio que hacerse el ahogado. Entonces, dándolo en efecto por
muerto, ella «le besa y le muerde» para revivirlo. «Si ese es el destino de los
ahogados al exhalar el último suspiro, vuelvo a tirarme al agua de inmediato»,
comenta Brassens. Al día siguiente corre a casa de los padres de la muchacha
para pedirles su mano, y es rechazado por pobre. La casan con un comerciante,
«un verdadero saco de oro, más viejo que Herodes y que Néstor». Y él espera con
impaciencia que la faucheuse, la de la guadaña, siegue la hierba
bajo los pies del marido, y la viuda desconsolada pueda volver a sus brazos.
Casi la misma historia se cuenta en Je suis un voyou, pero desde otro ángulo, el del
remordimiento. No hay ríos ni fuentes aquí: la muchacha, que en este caso tiene
nombre, Margot, va a la iglesia a rezar, vestida con un humilde vestido de lana
y calzada con zuecos. El bruto, al verla, «pierde la tramontana». «Le dije:
“eres el vivo retrato de la
Virgen María ”, el buen Dios me lo perdone, era un poco
verdad.» Y sigue aquí el estribillo que concluye todas las estrofas: «Me lo
perdone o no, tanto me da (je
m’en fous),ya tengo el alma en pena, soy un criminal.» La historia sigue:
muerde primero los labios de Margot para saber qué gusto tienen, y muerde luego
en su corpiño los frutos prohibidos. La reacción de la beatita se describe así:
«Me dijo en un tono severo: “¿Qué haces?”, pero me dejó hacer. Las chicas son
así (les filles c’est comme
ça).» Él acaba por
desgarrarle el vestido, «sin querer, el buen Dios me lo perdone, no pude aguantarme».
Pero el amor entre los dos no prosperará. El voyou, el criminal, vuelve a perder la
tramontana cuando pierde a Margot, casada contra su voluntad con un triste
meapilas. A estas alturas, concluye el cantante, «debe de tener dos o tres
mamoncetes que lloran para tener su leche. Y yo mamé de su madre mucho antes
que ellos, el buen Dios me lo perdone, estaba enamorado». Se lo perdone Dios o
no, de todos modos il s’en
fout, suficiente castigo ha
tenido con perder a Margot.
Je me suis fait tout petit viene a rematar esta pequeña serie temática. Aquí la relación de
la pareja no se frustra y tiene un desarrollo, un más allá. Se supone que entre
los dos todo empezó también con la embestida ciega de él y la complacencia más
o menos disimulada de ella; pero al paso del tiempo el bruto se ha
empequeñecido y la muñeca se ha agigantado. «Acato su ley, sufro su imperio sin
quejarme». La canción se fija de modo especial en un detalle significativo, los
dientes de ella: «dientes de leche cuando sonríe, cuando canta; dientes de lobo
cuando se enfurece, cuando es malvada».