sábado, 5 de julio de 2014

LA MUÑECA Y EL BRUTO


En una visita anterior a Georges Brassens (1) hablé de la canción Je me suis fait tout petit (“Me he hecho muy pequeñito”), que pone en escena a una pareja amorosa peculiar, formada por una muñeca y un bruto. La misma pauta se repite por lo menos en otras tres canciones de Brassens. En las cuatro el cantante habla en primera persona, adjudicándose el papel del bruto, pero su partenaire, la muñeca, cambia en cada caso. También los desenlaces son distintos de canción a canción, pero aparecen algunos elementos comunes que dan al conjunto un “aire de familia”: en dos de ellas el acto amoroso tiene lugar en el agua, y en todas se menciona una reserva o un pudor inicial en la muñeca ante la acometida del bruto, que da paso posteriormente a una alegre cooperación. Además, en tres de las cuatro canciones nada menos, se menciona un elemento de gran actualidad deportiva: el mordisco.

Dans l’eau de la claire fontaine es la que más se despega del grupo; se trata de un episodio galante al estilo antiguo y no está del todo claro que el varón sea en efecto un bruto. La “bella” se está bañando desnuda en una fuente clara, y una ráfaga de viento se lleva sus vestidos. Pudorosa, pide auxilio al cantante: debe buscar para vestirla «hojas de parra y flores de lirio y de azahar». Él le fabrica un corpiño con pétalos de rosa. Una sola rosa basta, porque, explica, «la belle n’était pas bien grosse». Después compone una falda con hojas de parra. Una hoja es suficiente, tan pequeña era la belle. Ella le tiende brazos y labios para darle las gracias, y él los toma con tanta ansia que… «elle fut toute deshabillée».Pero el juego complace a la bella, que vuelve muchas veces a la fuente para bañarse desnuda rezando a Dios para que sople el viento.

De la protagonista de Comme une soeur, nos dice Brassens de forma explícita que se parece a su muñeca «como una hermana». Baja al río para mojarse los piececitos, y él se oculta en el fondo del agua disfrazado de cachalote. Así consigue morderle el talón, «nunca un tiburón probó semejante delicia». La bella lo castiga sujetándole la cabeza debajo del agua, y él no tiene más remedio que hacerse el ahogado. Entonces, dándolo en efecto por muerto, ella «le besa y le muerde» para revivirlo. «Si ese es el destino de los ahogados al exhalar el último suspiro, vuelvo a tirarme al agua de inmediato», comenta Brassens. Al día siguiente corre a casa de los padres de la muchacha para pedirles su mano, y es rechazado por pobre. La casan con un comerciante, «un verdadero saco de oro, más viejo que Herodes y que Néstor». Y él espera con impaciencia que la faucheuse, la de la guadaña, siegue la hierba bajo los pies del marido, y la viuda desconsolada pueda volver a sus brazos.

Casi la misma historia se cuenta en Je suis un voyou, pero desde otro ángulo, el del remordimiento. No hay ríos ni fuentes aquí: la muchacha, que en este caso tiene nombre, Margot, va a la iglesia a rezar, vestida con un humilde vestido de lana y calzada con zuecos. El bruto, al verla, «pierde la tramontana». «Le dije: “eres el vivo retrato de la Virgen María”, el buen Dios me lo perdone, era un poco verdad.» Y sigue aquí el estribillo que concluye todas las estrofas: «Me lo perdone o no, tanto me da (je m’en fous),ya tengo el alma en pena, soy un criminal.» La historia sigue: muerde primero los labios de Margot para saber qué gusto tienen, y muerde luego en su corpiño los frutos prohibidos. La reacción de la beatita se describe así: «Me dijo en un tono severo: “¿Qué haces?”, pero me dejó hacer. Las chicas son así (les filles c’est comme ça).» Él acaba por desgarrarle el vestido, «sin querer, el buen Dios me lo perdone, no pude aguantarme». Pero el amor entre los dos no prosperará. El voyou, el criminal, vuelve a perder la tramontana cuando pierde a Margot, casada contra su voluntad con un triste meapilas. A estas alturas, concluye el cantante, «debe de tener dos o tres mamoncetes que lloran para tener su leche. Y yo mamé de su madre mucho antes que ellos, el buen Dios me lo perdone, estaba enamorado». Se lo perdone Dios o no, de todos modos il s’en fout, suficiente castigo ha tenido con perder a Margot.

Je me suis fait tout petit viene a rematar esta pequeña serie temática. Aquí la relación de la pareja no se frustra y tiene un desarrollo, un más allá. Se supone que entre los dos todo empezó también con la embestida ciega de él y la complacencia más o menos disimulada de ella; pero al paso del tiempo el bruto se ha empequeñecido y la muñeca se ha agigantado. «Acato su ley, sufro su imperio sin quejarme». La canción se fija de modo especial en un detalle significativo, los dientes de ella: «dientes de leche cuando sonríe, cuando canta; dientes de lobo cuando se enfurece, cuando es malvada».