domingo, 20 de julio de 2014

PLAN PARA UN AÑO SIN ELECCIONES


Sería imperdonable despachar un texto de la envergadura de “Una alternativa republicana”, de Carlos Arenas Posadas, con una Nota aparte (casi una nota a pie de página) en una entrada de blog dedicada a otro tema. De modo que, sin perjuicio de mantener la sugerencia contenida en dicha Nota (son los estados mayores de partidos y sindicatos los que deberían discutirlo), me propongo seguir durante algún trecho tanto el hilo conductor de su discurso como las soluciones que propone. Al referirme al hilo conductor de la reflexión de Arenas, incluyo en el mismo las consideraciones que hace sobre el Estado del Bienestar, sobre la democracia directa versus democracia representativa, y sobre el sujeto emancipador (desde la clase obrera de otra época hasta la “ciudadanía” políticamente activa de ahora), cuestiones todas ellas ya analizadas por Javier Aristu a propósito de un libro reciente de Alberto Garzón. No estará de sobra, pienso, insistir algo más sobre esas cuestiones. Genuinamente original en la propuesta de Arenas es la “gimnasia cotidiana” que estima necesaria para fomentar lo que él llama “empoderamiento”, que consiste en convertir a la ciudadanía políticamente activa contra la casta política, en una ciudadanía también económicamente activa contra la casta económica. Algo necesario, nos dice, para incrementar sustancialmente el temblor aún muy leve que sacude las instituciones apoltronadas en las remembranzas del 78, y alcanzar cotas mensurables con una calificación decente en la escala Richter de las revoluciones o las reformas estructurales.

La gimnasia, más si es cotidiana, suele realizarse según una tabla programada de ejercicios. Es lo que nos propone Arenas. Los ejercicios que recomienda no han sido concebidos en la perspectiva de unas elecciones, y por tanto no consisten en cosas que se harán sin falta cuando se cuente con el (imprescindible) apoyo del voto popular, sino en cosas que pueden hacerse ya desde ahora, o desde cualquier día de cualquier año sin contiendas electorales por medio. Cosas para las que no es imprescindible el voto. Y cosas, por otra parte, no precisamente “modernas” sino que, muy al contrario, hunden sus raíces en una tradición centenaria, apresuradamente enterrada y olvidada con el advenimiento de la modernidad. A algunos les parecerán el chocolate del loro, pero es porque les ciega el relumbrón de las promesas electorales. Ya sabemos que luego ataremos los perros con longanizas; lo que ahora nos ocupa es el “mientras tanto”.

Algunos días atrás, citaba yo a dos de mis santos patronos, San Antonio (Gramsci) y San Bruno (Trentin), en relación con dos cuestiones que ellos definieron y que me parecen centrales en este momento: de un lado la lucha por la hegemonía como cuestión previa a la conquista del poder, y de otro, el peligro de una revolución pasiva (con su secuela de transformismo) en el caso de no atender en grado suficiente a la cuestión anterior. Estimo que mis sugerencias encajan con comodidad en los análisis y las propuestas recientes de Arenas y de Aristu.

La idea de un cooperativismo y un asociacionismo de base como respuesta (parcial, limitada) a las angustias de la ciudadanía en la actual situación económica, política, laboral y asistencial, sintonizan además, o por lo menos a mí me lo parece, con algunos avances hechos por otros dos santos de mi devoción, San Riccardo (Terzi) y San José Luis (López Bulla), en lo que se refiere a promover un nuevo tipo de dirigente sindical, capaz de experimentar y proponer soluciones originales a ciertos problemas de la microeconomía con un sentido y una dirección capaces de sumar y extender beneficios concretos en la línea de recomponer los desgarrones que la codicia accionarial desatada está causando en el tejido macroeconómico.

A lo mejor, si conseguimos conectar todas estas diferentes intuiciones, de pronto se hace la luz. Alguna luz, siquiera, cosa que ya sería de agradecer en las tinieblas en las que nos movemos.


(Continuará)