Antes de ensayar un contrapunto polémico a una tribuna de El
País sobre el PSOE firmada por Matt Browne, tocaré una cuestión que no puede
ser dejada en silencio: la de Jordi Pujol y su herencia ocultada. Seré muy
breve. El destape de esta pequeña indecencia no varía ni en un centímetro mi
opinión sobre el ex líder catalán. No era demasiado buena antes, no es peor
ahora. No me he caído de pronto de un guindo y sé que en política existe
siempre una cierta correlación entre virtudes públicas y vicios privados. Igual
que el satirismo de John F. o la afición a la boca de las becarias que
caracterizó a Bill no perturba mi consideración global de sus figuras de
estadistas, tampoco este asunto pasa en mi opinión de ser una anécdota morbosa.
Lo preocupante de verdad no es la revelación de las miserias privadas de los
hombres públicos, sino la ocultación interesada de sus vicios públicos. En el
caso de Jordi, y en el de otros.
Paso a referirme, con mucha brevedad, al artículo de Matt Browne
en El País. Es un ejemplo de manual de análisis sesgado, de omisión interesada
de datos del problema, de loor publicitario de un producto dudoso. Su título es El reto de la renovación, y empieza así: «La elección de Pedro Sánchez como nuevo
secretario general del PSOE, este fin de semana, representa para el partido la
posibilidad de empezar de nuevo.» Borrón y cuenta nueva, entonces. Lo pasado,
pasado. Para bien o para mal. Admitámoslo, aunque quizás el examen de errores
pasados podría clarificar las premisas necesarias para volver a empezar (Begin
the Beguine, que dijo Cole
Porter.)
Browne señala a continuación en su tribuna
que el PSOE, en esta coyuntura crítica, tiene ante sí el reto de reinventarse a
sí mismo y de reinventar su política. O consigue hacerlo de la mano de Pedro Sánchez
– él lo conoce personalmente y siente una gran confianza en su capacidad –, o
su futuro será problemático. El artículo aporta razones y argumentos: son de
una levedad tan etérea, que en Cataluña diríamos que fa volar coloms, hace volar palomas. Están
sostenidos además por una lógica retorcida y alambicada, y por una visión
provista de unas orejeras inmensas para no ver lo que hay a derecha e
izquierda, arriba y abajo del foco de interés en el que pretende centrarse. Ese
esfuerzo titánico por ver sólo lo que se desea ver, erosiona en buena medida la
credibilidad del artículo. Todo se basa en impresiones subjetivas y apenas se
aportan datos contrastados, y eso sin citar las fuentes. Y mira que se trata de
datos extraños. Transcribo un ejemplo para que nadie alegue que tengo manías y
veo cosas donde no las hay: «Los
estudios internacionales indican una preocupación cada vez más extendida entre
los jóvenes españoles —en especial los que carecen de oportunidades económicas—
sobre la falta de meritocracia en el país y el empeño de la vieja guardia en
aferrarse a una estructura de poder estrecha e incestuosa.» ¿Qué estudios, cuántos estudios,
hechos por quién? ¿De verdad la preocupación extendida de esos jóvenes
españoles “que carecen de oportunidades económicas” (admirable la perífrasis
paliativa) se centra en la “falta de meritocracia” y en cualquier “empeño”, del
tipo que sea, de la “vieja guardia”?
Hace mucho tiempo que la publicidad basada
en estudios científicos no precisados, indetectables y por tanto irrebatibles,
ha sido calificada de basura. Matt Browne es, según se señala al pie del
artículo en cuestión, «investigador titular del Center of American Progress».
Mis condolencias al Center of American Progress.