No voy a comentar el discurso de Pedro Sánchez en la clausura
del Congreso extraordinario del PSOE. Por varias razones, pero voy a dar nada
más una: en mi opinión, el discurso se comenta solo. Sí quiero, sin embargo,
expresar mi sorpresa por su referencia a Jordi Pujol con el argumento de que
algunos confunden el patriotismo con el patrimonio.
Sorpresa en primer lugar porque la acusación es notoriamente
injusta: Pujol localizó su patriotismo en Catalunya, y su patrimonio en
Andorra. Bien separados. Ninguna confusión, por tanto, sino el mismo comprtamiento previsor del tero, pájaro andino que, según nos cuenta el gaucho Martín Fierro "en un lao pega los gritos / y en otro pone los güevos".
Sorpresa en segundo lugar por venir la acusación de quien viene,
el máximo responsable recién investido de un partido que acaba de llevar a
cabo, en comandita con el gobierno, una discutible operación de rescate del private Borbón para evitar que tenga que
responder ante los tribunales ordinarios por cuestiones relacionadas con su
patrimonio y/o patriotismo. Quizás va demasiado lejos Pedro Sánchez en su
intento de hacer borrón y cuenta nueva en la política de su partido. La gente
no puede ser tan desmemoriada.
¿O es que debemos distinguir entre un patriotismo bueno y uno
malo, y entre la manga ancha conveniente para un patrimonio, y la estrecha para
otro? Sería conveniente matizar esos entresijos, no todo puede resolverse con
el recurso a la brocha gorda.
En cualquier caso, no veo peligro de confusión en la ciudadanía
entre patriotismo y patrimonio. Yo diría que la gente percibe con claridad que
tenemos demasiado de lo uno y demasiado poco de lo otro. Para zanjar
definitivamente la cuestión, brindo a Sánchez la idea de convocar tres
referéndums. Legales, claro está. El primero sería la demonizada consulta sobre
la independencia de Catalunya, y mi impresión es que ganaría el No. Goleada no
habría en el resultado, pero sí cierta holgura. La razón de tal resultado sería
que se ha comenzado a percibir el coste global del complejo proceso patriótico
para el bolsillo (sería exagerado hablar aquí de patrimonio) de los catalanes
de a pie enjuto. De tener todos cuentas ocultas en Andorra, sin duda la idea
sería más plausible.
El segundo referéndum sería el de la monarquía. En mi humilde
opinión, el No ganaría por goleada. Y el tercero consistiría en preguntar al
pueblo soberano si prefiere tener una patria o un patrimonio. En este caso
pongo la mano en el fuego por el resultado. Tendríamos un resultado a la
búlgara a favor del patrimonio.