martes, 12 de enero de 2016

ESTADO DE DERECHO PARA SEGÚN QUIÉN


«El Estado de derecho no está en funciones.» Altivas, las palabras dirigidas por la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría al flamante president catalán Carles Puigdemont, que sin embargo se han visto desmentidas de inmediato por los esfuerzos ímprobos de la fiscalía y la abogacía del Estado para “desinculpar” a la infanta Cristina de Borbón y Grecia de sus potenciales responsabilidades en una estafa millonaria de caudales públicos.
La primera norma definidora del Estado de derecho, la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, es abiertamente ignorada o, peor aún, retorcida, por la acusación pública en el caso Nóos. Se trae a cuento a propósito de la infanta un recurso leguleyo, la llamada “doctrina Botín”, puesto en pie en 2007 para darle otro tantarantán a la igualdad de los españoles ante la justicia, en aquel caso en beneficio de un banquero. La “doctrina Botín” fue de inmediato desactivada cuando intentó esgrimirla en su favor Juan María Atutxa, el cual era ante la ley igual que Emilio Botín, sin duda, pero quizás no “tan” igual. A Atutxa no se le aplicó la doctrina.
Ahora sin embargo el mismo recurso arbitrado con fecha de caducidad para exculpar a una persona singular, se quiere resucitar, en un alarde de casuística que asombraría a los mismos jesuitas. Dice la abogada del Estado que la afirmación «Hacienda somos todos» es nada más un eslogan publicitario. Bueno, pues por esa vía de agua está mandando al garete todo el Estado de derecho. Si cabe la acepción de personas en cosas tales como la deuda tributaria, no hay más que discutir, no estamos en el territorio de Solón o de Ulpiano, sino en el del Chapo Guzmán.
Por fortuna el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, ha venido a poner las cosas en su punto y ha aclarado las palabras de Santamaría, al recordar a todos que la Guardia civil es un instrumento de defensa del ordenamiento jurídico y de la Constitución cuyas funciones no están limitadas en periodos de interinidad. Acabáramos. No es el Estado de derecho, entonces, sino los aparatos de Estado. Hacía falta esa explicación crucial.
En 1516 el cardenal Cisneros asumió la regencia de España en tanto llegaba desde Flandes el nuevo rey legítimo, un mozancón imberbe que ni siquiera hablaba castellano. El cardenal debió de tomarle gusto al bastón de mando, de modo que cuando alguien le preguntó qué poder respaldaba alguna decisión suya controvertida, lo llevó a la ventana y le enseñó el escuadrón de artillería formado en el patio de armas, con los instrumentos de su oficio (los cañones) bien a la vista. «Estos son mis poderes», dicen que dijo el estadista, en lugar de dedicarse a marear la perdiz con el Estado de derecho y el mando en funciones.
Así todos nos entendemos. Por lo menos, los ciudadanos de a pie, catalanes o vascos o lo que sea cada cual. En cambio, cuando nuestras autoridades han de tratar con banqueros o con infantas, pueden poner en funcionamiento las consabidas disquisiciones casuísticas y alargar la frase de Cisneros, adaptando para ello la coletilla de Groucho Marx: «Estos son mis poderes, pero si no les gustan, no se preocupen: tenemos otros.»
 
Posdata.- A punto de colgar este post, me llega un recordatorio en vivo de la ruina real de las instituciones del Estado de derecho en nuestro país. El 9 de febrero se iniciará en Getafe el juicio contra ocho miembros del comité de empresa de Airbus, por “delitos” conectados con el ejercicio del derecho de huelga. Antonio Baylos propone el borrador de un manifiesto contra la criminalización de unos derechos reconocidos por la constitución. Suscribo hasta la última coma la iniciativa, y le doy publicidad desde aquí por si a algún despistado no le había llegado aún la onda. Ver http://lopezbulla.blogspot.com.es/2016/01/contra-la-criminalizacion-del-derecho.html