Dicen las crónicas
que Antonio Baños, líder de la CUP, examinaba incrédulo
los estadillos que detallaban el resultado final de la votación secreta llevada
a cabo por su grupo en el polideportivo de Sabadell para aprobar, o no, la
investidura de Artur Mas como president. A favor
1515, en contra 1515. «Es una matemática diabólica», concluyó Baños,
descolocado. José Luis López Bulla se ha ocupado
de ilustrarnos en todo lo que toca al origen divino, diabólico o humano de las
matemáticas (1). Por mi parte, me adhiero a la hipótesis de un tal Leopold Kronecker, según el cual Dios es responsable
de los números enteros, y los hombres de todos los demás. Esa distinción mesurada
pone un punto de temple a la espinosa cuestión. Leo en El País la siguiente
entradilla: «Tres años después, la
comunidad matemática no es capaz de decidir si la demostración de la conjetura ‘a,b,c’
por el japonés Shinichi Michozuki es correcta.»
Leer cosas así
reconforta. Resulta que no todo está escrito de antemano en la ciencia de los
números; es posible una matemática creativa. Michozuki no es el único en
innovar; tampoco es posible averiguar por medios humanos si son o no correctas
las contabilidades de algunas empresas del Ibex35.
Es un misterio cuya solución debe quedar al arbitrio de Dios o del Diablo, y en
el que los humanos, limitados como somos en nuestras capacidades, no tenemos arte
ni parte ni perro que nos ladre.
Quizá sea del mismo
género la que podríamos llamar “conjetura de Baños”, expresada de la siguiente
forma: 1515 +/- 1515 = 0. La prensa canallesca se ha apresurado a calcular la
probabilidad de que se diera ese resultado preciso, el único entre todos los
posibles que no resolvía la cuestión. Sobre un campo de 3030 votos la
probabilidad de un empate es ínfima, despreciable, prácticamente imposible. La
prensa se ha olvidado de añadir que esa probabilidad imposible es, sin embargo,
matemáticamente la misma atribuible a cualquier otro resultado.
Las matemáticas son
así, tanto si las consideramos divinas como diabólicas. Un resultado típico de
un referéndum “a la búlgara” arrojaría 3030 votos a favor y 0 en contra. En los
referéndums franquistas, más sutiles (más pedagógicos también), el resultado sobre
3030 votos habría sido de unos 4000 y pico a favor y exactamente 4 en contra, la
eterna minoría insignificante de resentidos.
Eran resultados
comprensibles a primera vista: humanos, demasiado humanos.
Pero es inevitable también
que el Diabolus in Mathematica, el Gran Enredador, se mezcle de vez en cuando
en los asuntos de los de abajo. Y, permítanme la audacia cuasi herética, está
bien que así sea. Cuando el Dios de los Números, hablando ex cathedra desde la regia columnata de mármol que preside el
templo augusto del Banco Mundial consagrado a su poder, truena que «There Is No Alternative», a muchos
descontentos no nos queda sino recurrir a la desesperada a Mefistófeles en
busca de una alternativa. En estos tiempos calamitosos, el diablo resulta ser
más humano que dios.