domingo, 17 de enero de 2016

ESTO VA EN SERIO


Cuando esas personas que lo saben todo vuelvan a contarles que lo peor de la crisis ya ha pasado y los datos de la macroeconomía echan brotes verdes cada vez más robustos, tiéntense ustedes la ropa y no se distraigan de percibir otros guiños disimulados que reclaman nuestra atención en direcciones distintas.
Lean , por ejemplo, entre las líneas de lo que escribe Francisco G. Basterra en El País (bajo el título “Máxima atención a China”): «No sabemos si este tropiezo del país en el que vive casi una cuarta parte de la humanidad, es solo eso, un contratiempo, o predice un aterrizaje catastrófico de la segunda economía mundial con graves consecuencias políticas internas, y su desbordamiento estratégico al panorama internacional.»
Les recuerdo que el índice de la Bolsa ha descendido en la primera quincena de 2016 tanto como en todo el año 2015. Les recuerdo también, por si acaso lo habían olvidado, que vivimos en una gran economía de mercado globalizada, y que todos los datos se interconectan e interactúan entre ellos. Algo que algunos llaman “efecto mariposa”. Lo más alarmante de la especulación semiapocalíptica de Basterra es su confesión inicial: «No sabemos.»
Este es un mundo de aprendices de brujo. Milton Friedman dio el pistoletazo de salida en 1970: «La única responsabilidad social en los negocios es aumentar los beneficios.» Hermoseado en algunas ocasiones con ringorrangos y en otras disfrazado de noviembre, ese es el patrón de conducta que se nos propone, y a partir de él todo es mensurable y calculable con la ayuda de las otras dos unidades universales de medida vigentes (meramente simbólicas, por lo demás), el metro de platino iridiado y el patrón oro. La vieja cantinela de que no se puede sumar peras y manzanas, ha quedado obsoleta. Se puede. Todo consiste en calcular su valor relativo según patrón uniformizado; así, 1 pera equivaldrá a 1,23 manzanas y la gran contabilidad del mercado global podrá seguir su curso sin trabas. Todo es reducible a un precio convencional expresado en dólares: tanto por la deforestación de la Amazonía, tanto por el deshielo de los casquetes polares, por la desaparición acelerada de especies animales, por el ensanchamiento del boquete del ozono. Vivimos en Jauja, y un porvenir dorado se abre ante nosotros.
Solo que no es así. La gran utopía de nuestro siglo XXI, el crecimiento indefinido en un universo regido por las leyes inmanentes de la economía de mercado, está en ruinas a pesar de los esfuerzos por convencernos de lo contrario a cargo de predicadores financiados por el 1% de privilegiados que acumulan la práctica totalidad de la riqueza – menguante – del planeta.
Es urgente reaccionar contra esa utopía, armar y poner en funcionamiento un Plan B. Porque cuando nos cuentan que estamos saliendo a duras penas de una crisis catastrófica, lo que en realidad debemos entender es que estamos más próximos a caer en la crisis siguiente, y que esta será peor porque mientras tanto habremos consumido más recursos no renovables.
La quimera de la abundancia ilimitada en un mundo libre de contradicciones y reducible a números, porcentajes, estadísticas e indicadores absolutamente fiables, fue desmentida hace ya aproximadamente veintiocho siglos. Fue entonces cuando el Cohelet dejó escrita la siguiente afirmación contundente: «Lo que falta no se puede contar.» (Eclesiastés, 1,15).