Las cosas están
cambiando deprisa y para peor, damas y caballeros. La alarma cunde en las redes
sociales. Abrió la veda una dulce mamá de alta cuna y currículum como diputada
del PP por Madrid: «No te lo perdonaré
jamás, Manuela Carmena. Jamás.» El problema
era que el Baltasar de la cabalgata de los Magos iba hecho un adefesio, y su
hijita de seis años se dio cuenta de que “aquello” no era de verdad. La beautiful people acosada en sus
trincheras por una alcaldesa feísta.
El cantante Francisco González, émulo
de aquel Petronio árbitro de las elegancias en la Roma imperial, la ha tomado
con Mónica Oltra. El problema también deriva al
parecer de una cabalgata con tres reinas magas “más parecidas a las prostitutas
de un western”. O sea, alegres y un poco descocadas, nada parecido a las reinas
como estamos acostumbrados a verlas desde el accidente de tráfico nocturno de Diana de
Gales. Pero Francisco no se queda en la anécdota y despelleja así a la
vicepresidenta valenciana en un tuit: «Me
encanta su estilismo, qué figura más espléndida tiene la señora, única e
inimitable. Con sus gafitas, sus botitas, su vocecita y sus manitas. Es para
comérsela… los leones de Bio-Park.» Luego la llamó “escoria”, y luego aún
pidió perdón y prometió no volverlo a hacer, un recurso que va haciéndose
recurrente entre nuestro famoseo después de ser trending topic debido a alguna animalada o atentado contra las
conveniencias.
En el mismo
registro del cantante se mueve el periodista Antonio Burgos, un hombre que se declara
monárquico “por razones estéticas” (¿cuáles?, siente uno la tentación de
preguntar) y que en un artículo publicado en el diario ABC, bajo el título «Las
Flequis», se interroga: «¿Por qué las tiorras
separatistas, ora vascongadas, ora catalanas, ora de Bildu, ora de la CUP, han
de ser tan feas?»
La pregunta es retórica. No son feas las
tiorras, ni mucho menos. A Antonio Burgos se lo parecen, por razones que no son
propiamente estéticas, o que tienen que ver con una estética propia de los crepúsculos
de hace “noventa o novecientos años”, como escribió Mario
Benedetti en un poema contra los puentes levadizos compuesto en un
momento parecido al presente, con los puentes “a medio descender o a medio
levantar, que no es lo mismo” (1).
Que sí, Antonio, créetelo, las flequis son
cojonudas, no solo hacen el amor mejor que esas princesas lánguidas que se
morían «de breves tisis o de espinas de rosa»; además, son capaces de hacer
muchas cosas más. Vienen malos tiempos para la estética retro, y en la tesitura
solo caben dos opciones: evolucionar con los tiempos, o escribir en twitter, el
corazón dolorido prendido de cada nota musical arrancada por el llanto de los
violines del otoño, un mensaje desesperado del tenor siguiente: «No
te lo perdonaré jamás, Manuela Carmena. Jamás.»
(1) Ver http://www.poesi.as/mb65010.htm