Hoy vuelve a ser el
día internacional de los museos. La significación de la fecha es un poco enigmática: no
hay crisis en los museos, constantemente se abren nuevas salas y los visitantes
crecen, sin la necesidad de promover una celebración de orden institucional. Tampoco
es decisivo el hecho de que en este día no se cobre el óbolo acostumbrado; hay
otros días al año en los que sucede lo mismo, sin contar con las tarifas
especiales de los días corrientes para nosotros los jubilados, para los niños
menores de X años, para los estudiantes, y otras categorías aún.
Los museos se han
democratizado. Fueron lugares donde las elites culturales acudían a recogerse
en meditación y en trance; se consideraba entonces que los "templos de las musas" resumían la belleza y el saber
creados por la humanidad a lo largo de su devenir. Los museos almacenaban lo más exclusivo y valioso
del arte “mueble”, transportable, incluidos algunos forzamientos del concepto,
como los frisos del Partenón arrancados de su lugar original por Lord Elgin y
trasplantados al British Museum de Londres. El recorrido sacramental por los diez
o doce grandes museos del mundo se completaba en el siglo XIX, para algunos
espíritus selectos y bien provistos de numerario, con el Gran Viaje a Italia y
Grecia para contemplar in situ las obras maestras “inmuebles” supervivientes de
la única antigüedad oficialmente reconocida y valorada.
Los avances
tecnológicos arruinaron tanta pretensión aristocrática. Primero fueron las
exploraciones geográficas y los progresos de la arqueología científica: Egipto
y Mesopotamia, China y Japón, la América precolombina, el arte negro, las
culturas polinésicas, fueron sumándose al catálogo de las obras maestras
consideradas representativas de la aventura humana; luego tomaron el relevo la
fotografía y otras formas de reproducción mecánica. Detalles inapreciables a
simple vista de un conjunto artístico valorado hasta entonces únicamente como
globalidad, por ejemplo el ángel sonriente de la catedral de Chartres, pasaron
a tener una vida propia y una consideración separada de su entorno. La
ampliación fotográfica permitió apreciar los primores de ejecución de elementos
minúsculos, como estatuillas, dijes y sortijas. Así se fue constituyendo, en
expresión de André Malraux, un «museo imaginario» que abarcaba mucho más de lo
que podía ofrecer el mayor, el más completo de los museos existentes. Hoy, por
medio de Internet, no hay prácticamente ningún rincón de la historia del arte universal
que se sustraiga a la contemplación detallada de un público interesado.
Entonces, los
museos han contraatacado reinventándose a sí mismos. Conscientes de la
imposibilidad de ofrecer el súmmum, la cifra total de una humanidad-río tan
extendida como contradictoria, se ocupan de extender la información
complementaria sobre la muestra artística que exponen; ubican las obras de arte
en su contexto técnico y social, exponen el lugar que ocupan en las grandes
líneas de avance de la cultura. Han proliferado en los museos los paneles
explicativos, los gráficos, los mapas, los vídeos de apoyo. La visita ya no es
la comunión devota del espectador transido con un gran arte intemporal, sino un
espacio privilegiado en el que interactúan el presente y el pasado, la
observación fructífera y la memoria histórica.
Feliz día de los
museos a todos y todas.