domingo, 29 de mayo de 2016

EN TORNO A LA REFUNDACIÓN DEL SINDICATO Y AL GOBIERNO DE LA INNOVACIÓN. VOCES DEL PASADO


La exhumación de viejas carpetas de sus escondrijos, consecuente a la necesidad de dar una mano de pintura a algunos ámbitos de mi madriguera, sigue aportando sorpresas y pequeños tesoros.
Entre el 4 y el 17 de noviembre de 1987 redacté una “Carta abierta, con nueve propuestas sobre el sindicato”. Había dejado la secretaría de Organización de la CONC para trabajar en el PSUC, y tenía la sensación obsesiva de que me había dejado en el trayecto muchas cosas en el tintero, por así decirlo, sobre las cuestiones sindicales. Envié, en tres partes, mi texto a José Luis López Bulla, por entonces secretario general de las Comisiones de Catalunya. Él me contestó con amabilidad y aportó matices a unos planteamientos expuestos bastante “en crudo” por mi parte. Fue un carteo privado y sin ninguna trascendencia mayor; pero apuntábamos ya, por la vía del tanteo, a cuestiones actuales hoy, tales como la “refundación” del sindicato y el “gobierno de la innovación”. Sin entrar en nuestras propias consideraciones de entonces, me parece útil reproducir tres citas incluidas en aquel texto, sobre las que yo trataba de extraer algunas consecuencias pertinentes al asunto del que trataba.
Corresponden las citas a Fausto Bertinotti, que ha vuelto recientemente al redil de la iglesia católica después de muchas revueltas por los caminos de la izquierda radical; a Mihail Gorbachov, falto de repente, al poco tiempo, de toda credibilidad y consideración por parte de sus compatriotas, que prefirieron entregarse alborozadamente en manos del capitalismo neoliberal; y a Bruno Trentin, que nos dejó bastantes años después, no sin antes construir algunos trabajos teóricos de gran valor para clarificar los problemas a los que aquí se hace referencia. Estas eran las opiniones de los tres, mediados los años ochenta.
«La izquierda en general, y el área comunista en particular, solo tendrán posibilidades de ser protagonistas del desafío que representa la innovación, a condición de refundar una nueva idea del sindicato, por un lado, y del estado social y la ciudadanía, por otro. Las bases para esa refundación habrán de buscarse en una idea acerca de la cantidad, la calidad y la distribución del trabajo, diferente – radicalmente diferente – de la que subyace a los actuales procesos de innovación, propugnada y teorizada por las fuerzas que hasta hoy hegemonizan dichos procesos.» (F. BERTINOTTI, “Gobernar las innovaciones: ni integrados ni apocalípticos”, en Democrazia e diritto, n. 1, 1986, pp. 124-25).
«Qué vías a seguir se plantea el Buró Político para impulsar la democratización de la sociedad soviética? Podremos impulsar de verdad la iniciativa y el espíritu creativo del pueblo solo si creamos los instrumentos democráticos capaces de ejercer una influencia real y activa en el funcionamiento de cada colectivo laboral, tanto en la planificación, como en la organización del trabajo, en la distribución de bienes materiales e inmateriales, en la selección y promoción de las personas más prestigiosas y competentes a los cargos de dirección. […] La economía es la esfera más importante del quehacer humano. A diario participan en ella decenas de millones de trabajadores. Por eso el desarrollo de la democracia en el sector de la producción constituye un aspecto de primordial importancia en la profundización y ampliación de la democracia socialista en general.» (M. GORBACHOV, Informe al Pleno del CC del PCUS, 27.1.1987).
«¿Con qué instrumentos, pues, refundaremos un sindicato que pretende construir su propia legitimidad política y contractual sobre la representación de los trabajadores asalariados y, también, de otras figuras sociales (desde los técnicos hasta los desempleados) que se han visto hasta ahora excluidas de la lógica del intercambio neocorporativo? ¿Cuáles deberán ser, en fin, y cómo se elaborarán, según los principios de la democracia y de la solidaridad, las prioridades reivindicativas efectivas que habrán de dirigir y cohesionar ese movimiento sindical, en la fase que se abre frente a nosotros? Y si esas prioridades han de confirmar, como creemos, la centralidad del tiempo de trabajo, de la calidad del trabajo, de la nueva profesionalidad, de la transformación de la organización del trabajo, de la autonomía contractual y decisional de los “colectivos de trabajo”, ¿qué implicaciones haremos derivar de esas prioridades para una mayor calidad de la política salarial y de reforma del coste del trabajo? ¿Cuáles, en definitiva, habrán de ser los criterios con los que construir una política salarial y una reforma del coste del trabajo que sean funcionales con los cambios en la organización del trabajo y con el control y la contratación de la condición obrera, de los procesos de movilidad, y del crecimiento del empleo de formas múltiples y articuladas?» (B. TRENTIN, “Le basi del nuovo sindacato”, en Rinascita n. 8, 24 febrero 1984, p. 4).
A algunos les parecerán desfasadas y polvorientas las manifestaciones de los tres sobre el trabajo, su lógica interna y su posición central en la sociedad y en la política. Mi opinión particular es que habría valido la pena tirar con más ahínco del hilo suelto que dejaban a la vista aquellas especulaciones remotas.