lunes, 9 de mayo de 2016

ENTRE EL ERASMUS Y EL BALONCESTO

Ayer se produjo un aluvión de buenas noticias. Voy a hacerlo al revés: solo citaré de pasada dos más importantes, y me detendré en otras dos, mínimas si se quiere, pero muy confortantes.
La noticia más importante ha sido sin duda la anulación del proceso de impeachment a Dilma Rousseff, presidenta de Brasil. La acusaban de implicación en el “afer” de Petrobras, y el impulsor de la medida, Eduardo Cunha, recién destituido de la presidencia del Congreso, era desde detrás de las bambalinas el principal culpable de la corrupción. En la votación parlamentaria se vulneraron varias garantías democráticas. El asunto habrá de ser examinado de nuevo, desde un enfoque menos prepotente y más civilizado. Buena noticia.
También es importante el acuerdo alcanzado por Podemos e IU para ir juntos a la repetición electoral de junio, en base a un programa común. Los resultados serán luego los que sean, pero en principio es una prueba de sensatez aunar fuerzas en el territorio de la izquierda cuando en el gobierno soplan los vientos que están soplando. Buena noticia, también.
Prestemos ahora atención al microcosmos. Mamma Erasmus, Sofia Corradi, consultora científica para las relaciones entre las asociaciones de rectores de las universidades europeas, va a recibir en Yuste el Premio Europeo Carlos V, por haber sido la principal impulsora de las famosas becas universitarias Erasmus. Si Marx consideraba, según asegura mi amigo Javier Aristu, que un solo paso de movimiento real vale más que una docena de programas, ahí tienen ustedes el paso de movimiento real que andaban buscando. Las becas Erasmus han hecho más por la hoy tambaleante Unión Europea que toda la peste de comisarios y adláteres que han paseado, pasean y pasearán sus sonrisas autosatisfechas, sus recetas macroeconómicas y sus rescates bancarios por Bruselas. Leo que muchos ex becarios caídos en feliz contubernio ponen a sus retoños los nombres de Erasmus o Erasmina. Es un indicio feliz, y el reconocimiento universal a mamma Sofia, una medida justa y benéfica.
Me detengo en particular en la cuarta noticia. Mi hermano José María tuvo en vida la extravagante pasión periférica de ejercer de entrenador de baloncesto en las categorías infantiles y juveniles. Invirtió en el tema un montón de esfuerzos y de tiempo libre y no tan libre, y recibió a cambio el cariño incondicional de varias levas de baloncestistas amateurs.
Con él hablé muchas veces de Pepu Hernández, el hombre que condujo a la selección española absoluta al título mundial en el año 2006. El sábado pasado, Pepu, retirado desde 2012, acompañó a sus hijas mellizas Claudia y Candela al Polideportivo de Hortaleza, donde el equipo de su colegio, el Ramón y Cajal, había de competir en la Liga escolar. La entrenadora tuvo una indisposición, no se presentó a la cita y, como no aportó las fichas y documentos exigibles, el partido fue dado reglamentariamente por perdido a sus pupilas.
Pero el árbitro calló la circunstancia e hizo que el partido se jugara de todos modos, para no castigar a las niñas, además de la derrota, con el castigo mucho peor de la frustración. Quien no haya asistido a los entrenamientos y los partidos de uno cualquiera de la miríada de equipos aficionados de nuestro país, no conoce la fuerza del veneno de la afición y del deseo de superación, en los/las deportistas de pocos años.
Era necesario un responsable para poner orden desde el banquillo. Y el gran Pepu se despojó de la americana, se arremangó la camisa e impartió de forma improvisada su sabiduría a las chicas del Cajal. No se pudo hacer gran cosa en la ocasión; además de tener la decisión reglamentaria en contra, el partido real también lo perdieron. Pero la vieja norma de Coubertin, que dice que lo importante no es ganar sino participar, brilló en Hortaleza como en pocas ocasiones en el firmamento del deporte.
Gracias a Dilma, a Pablo Echenique y Adolfo Barrena, a Sofía Corradi, y al siempre modesto y elegante Pepu, por el día de ayer.