lunes, 16 de mayo de 2016

SOLIPSISMO


Ayer domingo, Pedro Sánchez presentó en Barcelona a su equipo de gobierno para después de las elecciones. Quizás no era el mejor día; coincidía con la celebración del GP de Fórmula 1 en Montmeló, con la resaca del macroconcierto del Boss Springsteen la noche anterior, con la rúa del Barça como flamante campeón de la Liga de fútbol, y con otros eventos aún, de un orden más global, tales como el Festival de Eurovisión y la finalísima europea del baloncesto.
Obviémoslo, y obviemos también la calidad intrínseca indudable de todos o cuando menos muchos de los ministros en la sombra presentados en público. El acto en sí es un disparate político. Ayer mismo también se celebraba otra cosa, el quinto aniversario de la protesta pública masiva conocida como 15-M. No estoy hablando de Podemos, sino de los Indignados. Un movimiento de base, una “marea”, que fue olvidado o desdeñado por completo por los comparecientes en el acto.
Quien ejerce el oficio de político tiene, sin embargo, cierta obligación de contrastar sensibilidades, y de percibir cómo va a ser interpretado por su clientela fiel, y más allá de esta por la potencial, un determinado acto desarrollado en un contexto real, con independencia de que en las condiciones de laboratorio haya sido evaluado como positivo.
Presentar en público un equipo de gobierno que nunca va a gobernar como tal equipo por la ausencia clamorosa de las condiciones que serían necesarias para que ello fuera posible, es un acto de solipsismo. El solipsismo, como se sabe, es la actitud del sujeto consistente en suponerse como existente únicamente a sí mismo (solus ipse), y en prescindir por consiguiente de toda la realidad restante que bulle en torno.
Un primer ejercicio mental necesario para proceder a un acto como el de ayer, es dar por sentado que sigue vigente el bipartidismo. No ha existido la fragmentación del electorado constatada el pasado diciembre; no harán falta pactos, programas conjuntos ni concesiones para llevar a cabo la tarea de gobierno que se avizora; solo es preciso vencer al PP desde el proyecto socialista en solitario. Nunca se ha producido la convergencia con C’s a partir de unas medidas asumidas conjuntamente y que se deseaba extender a otras opciones políticas, a la derecha y a la izquierda. Todo está olvidado, aunque solo para el sujeto convocante, puesto que el electorado tiene buena memoria y no se mama el dedo.
Un segundo ejercicio mental parte de la suposición de que no existe el “abajo” (por no hablar de la izquierda), que no existió el 15-M, y que el desiderátum de una ciudadanía dócil y civilizada es un gobierno decente, competente, paritario y socialista. Un corolario de esta suposición planteado con mucha claridad en el acto de Sánchez es que la gestión honesta de lo existente, y no el cambio en un sentido de la palabra situado bastante más allá de la cosmética, es todo el horizonte abarcado por el imaginario colectivo de esta sociedad. Las medidas económicas de Jordi Sevilla, por poner un ejemplo; el alineamiento inequívoco con la Comisión Europea y sus imposiciones. Etcétera.
Este segundo ejercicio excede ya con claridad los límites del realismo. Basta para percibir la necesidad de corregirlo con echar una ojeada a los últimos sondeos de opinión.
Y el tercer ejercicio mental, el más difícil de todos, es el autoconvencimiento de que tal propuesta política surge de una fuerza tranquila, unida, asentada con solidez sobre sus principios centenarios, y exenta de contradicciones y conflictos internos. Un PSOE bienaventurado, situado más allá de avatares y de polémicas contingentes, en cuyo poso de experiencias se asienta la verdad última de la acción política. Un PSOE, en suma, que no necesita “convencer” a un electorado esquivo y cuyos apoyos electorales no registran una peligrosa parábola descendente, sino del que más bien se espera que tenga a bien verter un bálsamo benéfico sobre las crismas receptivas de una ciudadanía ya convencida de antemano.
Sobre esas tres premisas parece que va a jugarse el PSOE sus expectativas electorales. De aquí a mes y pico, todos podremos ver el resultado.