martes, 10 de mayo de 2016

RADICALES, EXTREMISTAS Y AMATEURS, ABSTENERSE


Dicen que la alegría dura poco en la casa del pobre; que es planta delicada, y únicamente florece y perdura en la casa del rico; de preferencia, en la del muy rico. El dicho se ha cumplido en relación con la presidenta brasileña Dilma Rousseff. Después de que el corrupto presidente anterior del Congreso, Eduardo Cunha, pillado in fraganti en los tejemanejes de la empresa “pública” Petrobras y finalmente destituido, pusiera en marcha el ventilador como último recurso, su sucesor en el cargo había tomado la decisión de atender a los reparos esgrimidos por la Abogacía General del Estado acerca del quebrantamiento repetido de las garantías democráticas en la votación del Congreso que puso a Dilma contra las cuerdas. La decisión le ha durado al nuevo mandatario veinticuatro horas. La “persuasión amistosa” ejercida desde su propio partido y, se supone, desde otros centros de poder real más recatados, le ha convencido rápidamente de que las garantías constitucionales son pamemas de tiquismiquis, y de que lo indicado es no dar respiro a la presidenta ahora que la tienen acollada.
Nos sorprendemos ingenuamente al ver que también fuera de nuestras fronteras (dentro, ya sabemos que pasa de todo y más) están en vigor triquiñuelas que creíamos propias de nuestra españolidad más genuina, como el recurso al ventilador o el atropello de las garantías democráticas. Pues no señor, la patente no es nuestra, aquí no se inventa nada, todo es de importación. Puede afirmarlo con la cabeza muy alta don Vicente Martínez Pujalte, diputado del PP y experto en ventiladorismo, que ayer mismo se ha visto atrapado en el enésimo primero caso de corrupción pepera que destapa la Fiscalía.
Tampoco las puertas giratorias son privativas de nuestra particular idiosincrasia. La ex comisaria europea Neelie Kroes, neerlandesa, ha pasado hace pocas fechas a ser directora de estrategia de la multinacional Uber, sin haber tenido siquiera el escrúpulo de esperar el cumplimiento del plazo fijado por las antañonas leyes garantistas para pasar del negocio público al negocio privado. Ha solicitado, eso sí, permiso a las autoridades pertinentes para saltarse las normas a la torera, y las autoridades pertinentes se lo han concedido con sumo gusto. Como en una docena larga de casos anteriores, similares. No es un secreto para nadie que la crema del comisariado europeo procede del vivero de la gran empresa, y se toma el cargo público como un master de relaciones sociales que añadir a su currículum personal para, una vez concluido el mandato, regresar con premura a la esfera del negocio puro y duro luciendo un galón más en las hombreras virtuales.
No solo son casta, son la elite de la casta, los putos amos. Atropellar los derechos ajenos es su diversión de fin de semana. Y conservan celosamente la exclusiva de sus contactos en las diversas cumbres, de sus relaciones importantes tanto patentes como ocultas, de sus afinidades electivas, de sus tres por cientos jugosos, y de sus suntuosos áticos con vistas.
No es de extrañar que les disgusten los advenedizos. Lo ha dicho, en representación de toda la casta desfachatada que no nos representa, el (ex) presidente del Gobierno (en funciones) del país, don Mariano Rajoy Brey: «Este no es país para extremistas, radicales y amateurs de la política.»
Pues como decía el viejo chiste, “nos ha jorobao el profeta”.