martes, 24 de mayo de 2016

SE BUSCAN ESTRATEGAS PARA CAMPAÑA ELECTORAL


Los viejos trucos ya no sirven, se percibe una necesidad imperiosa de renovar el atrezzo. Mariano Rajoy echó mano del siempre socorrido anuncio de una rebaja de impuestos, pero quedó de inmediato en paños menores al saberse que en carta a Juncker prometía nuevos recortes caso de seguir al frente del gobierno. Acto seguido encomendó a Dancausa la prohibición de las esteladas para atizar el conflicto con Cataluña, tema que siempre había dado réditos electorales jugosos. Javier Tebas, presidente de la Liga de fútbol profesional y veterano militante de Fuerza Nueva nunca reciclado en demócrata, se apresuró a aplaudir la medida, y lo mismo hicieron in pectore los prohombres promotores de Junts pel Sí, que pasan por horas electorales bajísimas. Pero todo quedó en agua de borrajas: un juez desestimó la prohibición y hubo esteladas, hubo bronca de 94 decibelios contra el himno, hubo también civilidad perfecta en las gradas (menos, en el campo), y por más que los ideólogos de las CUP siguen predicando la insurrección popular para montar un referéndum ilegal, no parece que vaya a producirse a corto plazo el caos catalán anunciado por los agoreros.
Pedro Sánchez también anda desconcertado. Qué podría prometer al electorado si sigue encerrado con un solo juguete, además roto. Anuncia que tendrá, si llega a la jefatura del gobierno, la generosidad que otros no han tenido con él, y susurra por las esquinas su rencor hacia Podemos por la sospecha de que, caso de necesitar sus votos para ser investido, Iglesias no se los dará. El victimismo no es nunca un argumento muy convincente, ni parece el talante adecuado para afrontar unas elecciones en las que la cifra de votos socialistas puede seguir descendiendo en caída libre.
Albert Rivera ha aprovechado un hueco en la agenda para plantarse en Venezuela, donde lo esperaban con los brazos abiertos. No es ni siquiera un gag original, ya hizo lo mismo Felipe González. Suponer además que el electorado español está pendiente de lo que ocurra entre Maduro y Leopoldo López, equivale a intentar montar castillos de cartas sobre la arena en un día ventoso. Aquí hay preocupaciones de sustancia, sin necesidad de ir a buscarlas a Caracas.
Por su parte, en los cuarteles de Podemos e IU reina la euforia. Habrá listas conjuntas con campañas separadas, y previsiblemente sorpasso. Y después, ¿qué? No habrá mayoría suficiente para un asalto a los cielos en toda regla; todo lo que no se haya acordado antes del 26-J con las fuerzas concomitantes con las que ahora se intercambian mandoblazos, habrá que intentarlo después bajo la presión del reloj.
No sería preciso seguramente llegar a programas acabados, sino solo compartir una predisposición amistosa. Para volver a la metáfora del fútbol, se trataría de elaborar una visión conjunta del juego y de sus necesidades, de buscar situaciones de superioridad en el campo, de entrenarse en la práctica del desborde y la verticalidad. Después, ya se sabe, hará falta un pelín de suerte para lograr la definición.
Pero que no recurran a la heroica, por favor. Yo ya me he apeado de la épica.