«Pocas veces como
en este caso he visto como la cursilería y la afectación han anegado el
lenguaje político, ya de por sí afectado.» Es el sobrio comentario de Javier
Aristu (1) al manifiesto “Adelante Andalucía”, difundido por Podemos e
IU-Andalucía, con la intención de situar sus próximas candidaturas conjuntas a
las elecciones municipales.
La retórica es un
instrumento imprescindible para la eficacia del mensaje, eso es algo que no
tiene duda. Para que una idea cale, ha de estar bien expresada, preferentemente
con los adornos justos y sin ninguna clase de exceso. No es el bien decir lo
importante, sin embargo, sino el binomio “retórica eficaz”, según la vieja
norma que reza: «Lo que bien se concibe, bien se expresa, / con palabras que
acuden con presteza.»
Falla, en cambio,
el gusto de la retórica por ella misma, sin correspondencia con la idea de fondo que se quiere
exponer. El manifiesto “Adelante Andalucía” empieza con una afirmación
peligrosamente vacía («Adelante se escribe con A de Andalucía»), avanza con una
prosa de folleto turístico de agencia de viajes («Vivimos en una de las tierras
más ricas y bonitas del mundo»), y remata con una visión de la realidad tan angelical
y edulcorada que provoca la incredulidad del lector («La
solidaridad y vivir la vida en colectivo son valores comunes a los andaluces y
las andaluzas que nos empoderan como pueblo para salir de la situación en la
que nos encontramos»).
Lo que hay detrás de este ejercicio autocomplaciente de
redacción, lo explica Aristu mejor de lo que yo sabría hacerlo. No es una
cuestión exclusivamente andaluza, por cierto. El mismo Aristu alerta en relación
con el “cofoísmo” o chovinismo de la visión que de sí mismo tiene el
independentismo catalán, por no hablar de otras variantes geográficas de la
misma receta culinaria, basada siempre en la inmensa satisfacción por haberse
conocido uno mismo, y en el ensalzamiento de lo propio frente a la invariable
mediocridad de lo ajeno. El síndrome del fariseo frente al coro multitudinario
de publicanos, como se explica pormenorizadamente en los evangelios.
Sintetizado en una palabra, el supremacismo.
Ni España está señalada por el dedo de dios en el
concierto de las naciones, ni Andalucía o Cataluña brillan con luz propia
frente a otras nacionalidades y regiones. Al pan, pan, y al vino, vino. Tal es
la realidad de las cosas como son, aunque queramos llamar al pan “mies
transmutada en oro”, y al vino “luminoso rubí de la otoñada”. La sustancia no
cambiará con ello, y es probable que el mensaje que habíamos querido dar con
tales metáforas se pierda por el camino.