jueves, 14 de junio de 2018

RETÓRICA FARISEA


«Pocas veces como en este caso he visto como la cursilería y la afectación han anegado el lenguaje político, ya de por sí afectado.» Es el sobrio comentario de Javier Aristu (1) al manifiesto “Adelante Andalucía”, difundido por Podemos e IU-Andalucía, con la intención de situar sus próximas candidaturas conjuntas a las elecciones municipales.
La retórica es un instrumento imprescindible para la eficacia del mensaje, eso es algo que no tiene duda. Para que una idea cale, ha de estar bien expresada, preferentemente con los adornos justos y sin ninguna clase de exceso. No es el bien decir lo importante, sin embargo, sino el binomio “retórica eficaz”, según la vieja norma que reza: «Lo que bien se concibe, bien se expresa, / con palabras que acuden con presteza.»
Falla, en cambio, el gusto de la retórica por ella misma, sin correspondencia con la idea de fondo que se quiere exponer. El manifiesto “Adelante Andalucía” empieza con una afirmación peligrosamente vacía («Adelante se escribe con A de Andalucía»), avanza con una prosa de folleto turístico de agencia de viajes («Vivimos en una de las tierras más ricas y bonitas del mundo»), y remata con una visión de la realidad tan angelical y edulcorada que provoca la incredulidad del lector («La solidaridad y vivir la vida en colectivo son valores comunes a los andaluces y las andaluzas que nos empoderan como pueblo para salir de la situación en la que nos encontramos»).
Lo que hay detrás de este ejercicio autocomplaciente de redacción, lo explica Aristu mejor de lo que yo sabría hacerlo. No es una cuestión exclusivamente andaluza, por cierto. El mismo Aristu alerta en relación con el “cofoísmo” o chovinismo de la visión que de sí mismo tiene el independentismo catalán, por no hablar de otras variantes geográficas de la misma receta culinaria, basada siempre en la inmensa satisfacción por haberse conocido uno mismo, y en el ensalzamiento de lo propio frente a la invariable mediocridad de lo ajeno. El síndrome del fariseo frente al coro multitudinario de publicanos, como se explica pormenorizadamente en los evangelios. Sintetizado en una palabra, el supremacismo.
Ni España está señalada por el dedo de dios en el concierto de las naciones, ni Andalucía o Cataluña brillan con luz propia frente a otras nacionalidades y regiones. Al pan, pan, y al vino, vino. Tal es la realidad de las cosas como son, aunque queramos llamar al pan “mies transmutada en oro”, y al vino “luminoso rubí de la otoñada”. La sustancia no cambiará con ello, y es probable que el mensaje que habíamos querido dar con tales metáforas se pierda por el camino.