domingo, 10 de junio de 2018

MÁS ACÁ DE UNA CONCEPCIÓN DEL MUNDO


Doña Carmen Iglesias, presidenta de la Real Academia de la Historia, afirma en una entrevista aparecida en el confidencial que movimientos como el cambio de gobierno que acaba de producirse son relativamente frecuentes en la historia, y se caracterizan por ser imprevisibles y efímeros por naturaleza. (Evitaré en este post referirme a otras afirmaciones estupendas de la académica, tales como que la inmersión lingüística ha sido una forma de abaratar la mano de obra en Cataluña.) 
No es enteramente obligatorio creer la primera afirmación citada de Doña Carmen (la segunda tampoco, por descontado). Ella es una experta en el siglo XVIII español, quizá demasiado acostumbrada a contemplar los acontecimientos políticos provista de catalejo. Estoy en condiciones de contrarrestar su opinión con otra de Strindberg: lo efímero puede hacerse muy largo mientras dura.
En cualquier caso, no queda claro en el razonamiento de la ilustre historiadora cuál es la corriente de fondo, la duradera, y cuáles las interrupciones episódicas que vienen a alterarla de forma circunstancial. Podría resultar a fin de cuentas, visto con la perspectiva de dos siglos y medio que es como acostumbra doña Carmen a ver los movimientos colectivos, que la furiosa oleada neoliberal que nos viene empujando desde los años setenta del siglo pasado sea tan solo una interrupción momentánea de la gran saga europea que arrancó con la derrota de los fascismos en los campos de batalla y conformó un tipo de democracia social (de socialdemocracia) que ofreció a los países avanzados los treinta años más pacíficos, prósperos y felices de la historia universal. Desde esa perspectiva, tan plausible como la contraria, Rajoy habría sido en nuestro país un accidente imprevisible, una mota en el ojo; y con Sánchez habríamos regresado a la lógica del mainstream instaurado con la derrota (incruenta) del fascismo español y la aprobación de una Constitución democrática de signo avanzado.
Todo depende, calculo, del color del cristal con que se mire. Don Ramón de Campoamor ahí la clavó. Creo que doña Carmen Iglesias no tanto, pero es mi opinión. El tiempo dictará sentencia, como siempre.
Mientras tanto, conviene con toda seguridad que no nos instalemos en esencialismos, ni en ideologías, ni en concepciones del mundo bien acabadas y perfiladas, sino que nos quedemos en todo momento un par de pasos más acá, en el terreno de la praxis política, y nos esforcemos por imprimir a la coyuntura tal como se presenta todo el optimismo de nuestra voluntad.
Puede que este vaya a ser un gobierno efímero, pero tal circunstancia no lo excusa de utilizar el largo plazo como plantilla para sus decisiones. No el muy largo plazo, sin embargo, no el “programa máximo”. Eso sería inviable. Pero tampoco, de ningún modo, debe quedarse en la mera cosmética.
Y a propósito de cosmética, nuestras “feministras” obrarán santamente si hacen caso omiso de los consejos de estilismo que les ofrece de forma gratuita el diario ABC. Lo que menos nos apetece a los españoles varones en este momento es alegrar la visual con unas ministrillas pizpiretas que repartan besos y ramos de flores como hacía el equipo de animadoras en los finales de etapa de las grandes vueltas ciclistas, hasta el mismísimo año pasado.