jueves, 21 de junio de 2018

FÚTBOL EN DECONSTRUCCIÓN, O LA CAÍDA DE VIEJAS CERTEZAS


Manuel Queiroz, míster portugués de la escuela resultadista de Mourinho, que entrena a la selección de Irán, estimó ayer noche que el resultado más justo en el partido contra España habría sido un empate. La razón principal para tal afirmación es, calculo, que su equipo estuvo a punto de conseguirlo después de un lanzamiento de falta en el que el delantero que acabó rematando a la red se había colocado en fuera de juego. El VAR lo denunció, y Queiroz entonó una elegía con estrambote a los tiempos de antaño, cuando no existía el VAR.
El gol de España que decidió el resultado no fue mucho más allá en limpieza de ejecución, si bien tuvo la indudable cualidad de ser legítimo. Un defensa iraní quiso despejar el balón muy cerca de su portería, y el balón rebotó en el tobillo del delantero que le achuchaba y se coló entre los tres palos.
El resto del tiempo se consumió en un ataque parsimonioso de los españoles y una defensa a empujones de los iraníes. La posesión estuvo en un 80-20. Hubo una voltereta de un iraní al sacar de banda que fue largamente ovacionada por su público. Isco hizo mal todo lo que era posible hacer mal en el primer tiempo, y se corrigió en el segundo, según un cronista por algún consejo que le dio Iniesta tapándose la boca para no ser “leído” desde las cámaras.
No lo sé de cierto. Sé que me maldije a mí mismo por estar viendo aquello en el comedor de casa, en lugar de aprovechar el tiempo en algo útil. El fútbol es hoy por hoy un espectáculo ajeno al deporte, un happening. El cortoplacismo, el resultadismo, el sacrificio del plan de juego a los “pequeños detalles” de los que nos hablan los místeres como lo haría la Sibila desde su antro, han desfigurado la competición. El equipo que se asume inferior dedica tres minutos a jugar al fútbol y los 87 restantes a no dejar jugar al contrario. Una chispa en un océano de tedio resuelve la papeleta, a favor o en contra, y a otra cosa. Así el campeón del mundo puede ser cualquiera, incluso Senegal, incluso España. Todo dependerá de los árbitros, del VAR, de un rebote afortunado, de un penalti riguroso, de los despachos de la FIFA. Nada dependerá del talento, del buen juego ni de la lógica.
Estamos en la era del fútbol globalizado. Disculpen, pero se parece a una mierda pinchada en un palo como dos gotas de agua.