(A una amiga)
No es tu casa la
que está hipotecada; es tu persona. Lo precario no es tu trabajo; es tu vida. No
te sobra mes al final de tu sueldo; te sobra mes también mientras el sueldo aún
te alcanza.
Vives una vida
demediada; te ves forzada a recortar tus horizontes y tus espacios de libertad,
para ajustarlos a unos ingresos insuficientes por un trabajo indecente con una
exigencia de dedicación desmesurada.
Valoras por encima de
todo tu libertad, pero es también una libertad demediada, menos que demediada
puesto que no depende de ti. Un telefonazo de la ETT determina tus expectativas
para mañana, para el próximo fin de semana, para la semana entrante, apenas
para nada situado más allá: será echar horas como un reló para disponer de algo
de tela con lo que hacer planes, o bien dedicarte durante una temporada a equilibrios para vivir del aire.
Tu ámbito de libertad,
muy reducido, está situado además enteramente al margen de tu vida laboral. Tu
vida laboral, para expresarlo con claridad, no es vida; tu libertad en el
entorno laboral no llega ni siquiera a la libertad interior del prisionero que organiza
su tiempo vacío de reclusión con un mínimo de autonomía. Tu tiempo de reclusión
no es tuyo, tampoco; viene marcado por los plazos establecidos y sobrecargado por exigencias imperiosas
de productividad abstracta, venidas de fuera.
Mantienes intacta
la rebeldía, conservas tus derechos inalienables de ciudadanía y tu libertad ─de
la que haces un uso libérrimo─ de expresión. Magnífico. Pero eso ocurre fuera
del lugar de trabajo, claro. En tu exigente horario laboral no son concebibles
ni rebeldía, ni derechos, ni expresión libre, a menos que quieras verte en la
puta calle en un santiamén.
¿Es este un mundo
libre? Rosa Luxemburgo dijo que la única libertad de expresión que importa es
la de quien no piensa como nosotros.
De forma análoga, es
plausible (ya ha sido dicho) afirmar que la libertad “de” trabajo y “en” el
trabajo es la piedra de toque de toda la libertad que se predica de las
personas humanas.
La determinante. La única que
importa en último término.