Sigue aumentando la
lista de damnificados por una moción de censura que se pronosticó anodina pero
está teniendo unos efectos casi siderales.
Echemos la cuenta.
El ciudadano Eme Punto Rajoy fue seguramente el primero de la lista. Estaba
acostumbrado a la molicie del poder, y convencido de que sus posverdades no le
pasarían factura en ningún caso; pero el cielo se desplomó de pronto sobre su
cabeza de jefe de la aldea gala. Su desaparición repentina sin haber hecho
testamento político ha provocado la confusión en las filas de su banda del
empastre, donde todos quieren y no quieren alzarse con la sucesión, anhelantes
por una parte del poder perseguido tantos años, pero temerosos, por otra, del
marrón de aparecer como jefes de fila de una conspiración para delinquir, ante
la misma judicatura a la que tanto han querido y que tanto les quiere.
Víctima colateral
de tales forcejeos, el duque de Palma habrá de ingresar en prisión
─probablemente, y si el Constitucional no pone remedio a sus cuitas─. Iñaki ha
mostrado sus preferencias por la prisión de Menorca, un alojamiento de cuatro
estrellas con el aliciente de la sobrasada, el queso curado o semicurado de Mahón
y el acreditado gin menorquín (no confundir con la ginebra británica u
holandesa, mucho más bastas) para acompañar las largas veladas a la sombra debajo de
un almendro.
Carles Puigdemont,
en su lejanía berlinesa, ha sido otra víctima de las circunstancias, al perder
bruscamente la centralidad de la escena política. De pronto, no le importa a
nadie, fuera del círculo progresivamente reducido de sus fieles a ultranza
(Clara Ponsatí acaba de dejarle en la cuneta con estrépito y furia desde su
refugio escocés), y observa con aprensión los movimientos ambiguos de su
sucesor en el mando secular de la Cataluña eterna, Quim Torra. El hecho de que
este sea un nacionalista del morro fuerte, un “dogmático de hierro” como
escribió él mismo de otros salvapatrias de los años treinta, no supone ninguna
garantía añadida para el “president legítimo”. También el cabronazo de
Churchill sucedió a Chamberlain a contrapelo en momentos de fuerte tribulación para el país,
y quién se acuerda hoy de Chamberlain.
Si Puchi ha quedado
fuera de foco en un santiamén, imagínense Albert Rivera, que jugaba a hacer
saltar la banca y se nos va del casino con una mano delante y otra detrás.
Maldecirá durante mucho tiempo la oportunidad perdida para encabezar, al alimón
con Sánchez, la iniciativa de una regeneración de la política que él mismo
predicaba de boquilla, pero en la que nunca creyó.
Todas estas polvaredas
no afectaban en principio al presidente del Real Madrid, Florentino Pérez; pero
entre el fútbol y la política se dan homologías misteriosas. No seguramente el
mismo Florentino sino su chequera, desconcertada por la remoción repentina de
tantos puntos cardinales en los que se asentaba su posición acreditada de
hacedora de milagros, ha emprendido la desbandada en busca de nuevas certezas y
se ha arrojado presa del pánico en los brazos de Julen Lopetegui, seleccionador
nacional de fútbol, sin consideración al hecho de que este tiene una cita muy
comprometida en la cumbre con otras selecciones de elite ahora mismísimo, a partir
de este fin de semana.
Dicen que de lo
sublime a lo ridículo va tan solo un paso. La chequera de Floren ha cubierto
ayer como mínimo la mitad de ese corto espacio.
Posdata urgente.- El presidente de la Federación española de Fútbol ha destituido de manera fulminante a Lopetegui como seleccionador, apenas una hora después de colgado este post, y sin ninguna relación (que se sepa) entre los dos acontecimientos. Se constata que el medio paso que faltaba entre lo sublime y lo ridículo ha sido dado.
Posdata urgente.- El presidente de la Federación española de Fútbol ha destituido de manera fulminante a Lopetegui como seleccionador, apenas una hora después de colgado este post, y sin ninguna relación (que se sepa) entre los dos acontecimientos. Se constata que el medio paso que faltaba entre lo sublime y lo ridículo ha sido dado.