Me llaman la
atención dos editoriales sucesivos de elpais dirigidos a contener los ímpetus
reformadores del nuevo gobierno en cuestiones relacionadas con el gasto público.
Jesús Mota es el firmante del primero, que alerta sobre la supresión del “impuesto
al sol” anunciada por la ministra Ribera. El segundo, sin firma, previene
contra los peligros que acechan a la implantación de la renta básica universal
(RBU). Ambos señalan que es preferible hacer las cosas bien a hacerlas mal,
cuestión sobre la que todos estamos pacíficamente de acuerdo. Queda, no
obstante, pendiente la cuestión no expresada de si algunos prefieren no tocar
nada para no correr el riesgo de hacerlo mal. Ahí puede haber debate. Tanto la
supresión del impuesto al sol como la puesta en marcha de la renta básica
parecen medidas necesarias y urgentes en la actual situación de la economía
(basura), de la producción de energía (insostenible y contaminante) y de las
políticas sociales (desigualdad rampante, marginación progresiva). No obstante,
los dos editorialistas previenen contra los “gorrones” (Mota les llama también free riders) que podrían aprovechar las
novedades legislativas para acomodarse en el momio de la renta gratuita sin
buscar trabajo, de un lado, y para no pagar el recibo de la luz en el otro.
Mi desaparecido y llorado
compañero y amigo Paco Puerto habría dicho que los dos editorialistas se queman
las pestañas contando la calderilla mientras les pasan por delante de las
narices los billetes de cinco mil (Paco contaba aún en pesetas cuando nos
aleccionaba sobre estas cosas). Si vamos a localizar a los gorrones, pero
gorrones de verdad, a lo grande, y someterles a la horma de Hacienda, todo el
mundo sabe por dónde se debería empezar. Las multinacionales tecnológicas se
sirven profusamente de nuestra energía y no la pagan, porque declaran sus
ingresos en lugares remotos y paradisiacos desde el punto de vista fiscal. Su
defección viene en consecuencia a acrecer el recibo de nosotros los pequeños
consumidores, que así pagamos a Google o a Amazon dos veces: por sus servicios
y por la energía que consumen a costa nuestra y no pagan. Es una situación que
se intenta revertir de un lado con normas legales internacionales más
estrictas, y consolidar de otro con grandes instrumentos contractuales como el
TTIP en los que los asuntos de la tributación pormenorizada se dejan al arbitrio
ponderado de comisiones paritarias de “hombres buenos” no vinculados a ningún
Estado acreedor sino a la libre esfera de los negocios globales.
Tampoco está de más
recordar el fraude prolongado al Tesoro perpetrado desde las cajas B del
partido que precisamente ha ocupado el gobierno de la nación en la etapa
anterior. Y, sin ánimo de remover el hierro en las heridas pero sí como
recordatorio de lo que hay, el hecho de que Cristiano Ronaldo (antes tuvimos los
casos de Messi y de Xabi Alonso, entre otros) acepte de buen grado dos años de cárcel, que no cumplirá, y 18,8
millones de euros de multa, por irregularidades en el cumplimiento de sus
deberes con el Estado en el que ocupa un destacado puesto de trabajo.
Gorrones, como las
meigas, haberlos haylos. Se trata de promover políticas públicas que pongan
coto a todos ellos y redistribuyan el dinero del común entre quienes más lo
necesitan. Ahora falta por ver dónde se ponen las prioridades, si en los
billetes de cinco mil o en la calderilla.