martes, 12 de junio de 2018

LA MALA REPUTACIÓN


En relación con el vidrioso tema del Aquarius, teoriza Enric Juliana en lavanguardia que Sánchez apuesta por mejorar la reputación de España en el mundo, algo que define como “línea Trudeau”; en tanto que Salvini se apunta a la “línea Trump”, consistente en la indiferencia hacia la mala reputación.
No me parece que la distinción tenga mucho recorrido. Se adscribe a esa tendencia reciente a valorar el “relato” por encima de la praxis política, y la “imagen” como referencia última de los contenidos de gobierno. Parece como si la política se redujera a un guion inmutable que cada dirigente/actor recita con inflexiones propias dirigidas a conseguir el aplauso del público, no por lo que dice, sino por su particular forma de interpretar. Uno vierte lágrimas en un pasaje donde otro esboza un mohín de desdén; el texto, sin embargo, es el mismo en los dos casos.
Se trata de una elaboración establecida desde los medios de comunicación, que es tanto como decir la “crítica” de la representación teatral de la política. Es sabido desde siempre que una mala crítica es capaz de arruinar un estreno. Y hay ocasiones en que la buena o la mala reputación la establecen los poncios, y no los espectadores de la función. “Bonito”, dice por ejemplo la audiencia, y el crítico tuerce el gesto: “Postureo”. A la inversa: “Admirable”, define el crítico, mientras el público bosteza.
Pongo un ejemplo sacado de la misma edición de lavanguardia. Un titular en letras de cuerpo grande afirma: «Susana Díaz se opondrá a cualquier concesión de Sánchez a Catalunya.» “Cualquier” concesión, qué fuerte. Pero en el cuerpo de la noticia tal declaración no aparece en esa forma, sino en esta otra considerablemente distinta: «[Díaz] advirtió que estará vigilante para “levantar la voz” si llega a producirse [una decisión que quiebre la unidad de España y de los españoles], lo que en su lenguaje viene a significar que vigilará que no se hagan concesiones a Catalunya
Subrayo: “en su lenguaje viene a significar…” Es lo que se conoce desde siempre como un juicio de intenciones, que se desautoriza a sí mismo. La única verdad tangible es que al periodista que firma el artículo, Adolfo S. Ruiz, no le cae bien Susana Díaz.
Sería más sensato juzgar ante todo lo sustantivo de las políticas: las tomas de posición ante los problemas, los “trayectos” emprendidos, los efectos constatables de las medidas tomadas (“implementadas”, que se dice ahora). Y dejar en segundo plano la coreografía. A fin de cuentas, buscar a toda costa la buena reputación es con seguridad una política de calidad muy baja, y la indiferencia a las críticas resulta necesaria en un tiempo en el que los “trolls” invaden todos los recovecos de las redes sociales.
Ya anticipó Georges Brassens lo que le ocurría cuando se quedaba durmiendo en lugar de presenciar los desfiles militares el 14 de julio, fiesta nacional francesa. La canción se llama precisamente “La mala reputación”: «Tout le monde me montre au doigt, sauf les manchots, ça va de soi» (Todo el mundo me señala con el dedo, salvo los mancos, se entiende).