lunes, 4 de junio de 2018

ARTADI NO RENUNCIA A LA UNILATERALIDAD


Hay frases que escanean de forma implacable los bajos fondos de la personalidad de quienes las pronuncian. Frases que descalifican. Pongamos que hablo de Elsa Artadi, que se acaba de declarar dispuesta a conseguir la independencia de Catalunya por la vía de la negociación con el Estado, pero sin excluir otras posibilidades. En concreto, sin descartar la “vía unilateral” (sic).
¿Existe una “vía unilateral” a la independencia? ¿Tiene esa “vía” supuesta alguna relación con la democracia, que Artadi exige de España (“es impensable ─dice─ que España siga mostrando actitudes más imperialistas que propias de una democracia”), pero que descarta respetar desde su propia opción política?
Esto es lo que Artadi afirma de la “vía unilateral”: «No podemos abandonar nada, no tenemos el derecho a hacerlo. No es la prioridad, pero si de entrada renunciamos a la unilateralidad, ¿qué mensaje le estamos dando a nuestra población y a Madrid?»
Las anteriores frases de Artadi pivotan sobre cuatro implicaciones falsas. Las enumero: 1) Existe una vía unilateral a la independencia. Es decir, un acceso al objetivo deseado sin tener en cuenta la voluntad, ni los derechos, ni la opinión, de la “otra parte” contraria a tal objetivo, así en la misma Catalunya como en España en general. Esta afirmación es contraria, no ya a las normas establecidas en la constitución, que también, sino a los primeros y fundamentales principios del derecho, de la igualdad, de la equidad, de la democracia y de la convivencia. 2) La vía unilateral es un derecho que tenemos los catalanes. Tal derecho no figura reconocido en ninguna parte. 3) No podemos abandonar ese derecho “de entrada”, es decir, si no es a cambio de algo. No es posible abandonar, retruco, aquello que no se tiene. Y el reconocimiento de una verdad tan palmaria debe obligatoriamente hacerse “de entrada”, para evitar cualquier sombra de ficción en una negociación que en el mejor de los casos para los partidarios de Artadi habrá de suponer la reivindicación de algo de lo que de entrada carecen. 4) Estamos dando un mensaje inadecuado “a nuestra población y a Madrid”. Se reducen las partes interesadas en el conflicto a un “nosotros” oceánico de tan global, y un “ellos” reducido a la administración central española. El derecho a decidir tan clamorosamente exigido lo tendríamos los catalanes, pero no los de Logroño, por ejemplo. De modo que el inicial “derecho a decidir” ─universal como lo son todos los derechos humanos─, se convierte mediante un pase de magia visto y no visto en el derecho a decidir unilateralmente, que poseeríamos en exclusiva los catalanes, y no todos, ni siquiera la mitad, ni siquiera el 48% de los votantes de opciones independentistas, porque hasta ahora nunca se les ha preguntado si aceptan para resolver este asunto una decisión unilateral (y hay indicios sobrados de que muchas personas que siguen firmes en un “sentimiento”, no están de acuerdo sin embargo con una ruptura tan drástica de los lazos que nos unen, no al “Madrid” oficial, sino a la España real y plural en la que todos/as tenemos puesta una parte de nuestro corazón).