En la historia,
profundamente anclada en el inconsciente colectivo, de Peter Pan y Wendy, los
niños perdidos volcados en aventuras siempre novedosas por el país virtual de
Nunca Jamás descubrieron un día que necesitaban una madrecita.
Era un puesto de
trabajo exigente, y que los niños perdidos deseaban cubrir a través de un
contrato fijo. La madrecita debía ocuparse de cocinar, lavar la ropa,
recoserla, plancharla y ordenarla en lugares inexistentes hasta el momento, tales
como armarios y cajones, donde pudiera ser fácilmente encontrada. Además, la
aspirante al puesto debía ocuparse de curar las continuas heridas y rozaduras
consecuentes a la brega diaria de los perdidos contra indios y piratas. Y
finalmente, era imprescindible que por la noche les contara cuentos agradables
que les hicieran conciliar el sueño.
Los niños perdidos
no tenían la menor noción de ninguno de esos saberes; de modo que destacaron al
capitán de la banda, un tal Peter Pan, el más audaz e irresponsable de todos
ellos, decidido a no crecer nunca, para que viajara hasta Londres y encontrara
allí la pieza codiciada.
Peter Pan encontró
a Wendy, la candidata ideal, pero en el proceso de contratación surgió un
inconveniente fastidioso: Wendy no sabía volar, cuestión que, en cambio, era pura
rutina para los jóvenes ejecutivos de la isla virtual. Nada que no tuviera
arreglo, sin embargo. Para que volara, se espolvoreó a Wendy con polvo de hada,
que tenía virtudes mágicas.
El polvo de hada
era, naturalmente, oro. Gracias al oro, Wendy pudo acceder al consejo de
administración instalado debajo del árbol hueco, y desempeñar a satisfacción
las altas misiones que le encomendaron los rapaces desastrados. Estos, por su
parte, siguieron con el mismo tipo de vida que llevaban antes, si bien
confortados gracias al know-how de la
nueva recluta.
La moraleja puede
ser que el dinero tiene capacidad de sobra para comprar la inteligencia, pero a
la inteligencia no le queda más opción que colocarse al servicio del dinero.
Algo así nos cuenta
Marta Sanz en una columna de opinión en elpais de hoy, titulada “Retórica” (1).
Va de un quiasmo, figura retórica de construcción utilizada por el presidente
de una sociedad de capital riesgo que invierte en ciencia para argumentar
jesuíticamente la prioridad del dinero sobre la inteligencia. Dice así el
caballero: «Si el conocimiento no se convierte en dinero, no habrá dinero para
financiar el conocimiento.»
La frase está
incompleta, es lo primero que se advierte. La frase completa debería concluir
así: «… no habrá dinero para financiar el conocimiento capaz de convertirse en
dinero.»
Se redondea de ese
modo un círculo sospechosamente vicioso. Porque, en la mentalidad del sagaz
creador de la frase, ¿de qué demonios puede servir en la sociedad de hoy mismo
un conocimiento incapaz de dar un rédito dinerario? ¿Qué es la inteligencia
desmonetizada sino una pasión inútil?
En el cuento, la
inteligencia providente de Wendy era un activo importante para los niños
perdidos. Solucionaron la cuestión contratándola. De inmediato las sutiles
correlaciones de fuerzas en la isla se vieron trastocadas. Los indios y los
piratas advirtieron que sus propias expectativas de mercado quedaban
en desventaja frente a la imprevista ampliación de capital de Niños Perdidos
Inc.
La tribu india
siguió un camino posible: convocó a los amigos de Peter a fumar la pipa de la
paz. No obstante, la princesa Tigre-Lirio, potencial valor de canje en una
fusión de Tribu India Co. con Niños Perdidos Inc., intentó apuñalar a Wendy y
eliminar de ese modo un factor perturbador de los negocios.
En cuando a Piratas
Limited, Jaime Garfio, su capitán de industria, puso en juego toda su red de
influencias para raptar a Wendy y convertirla en madrecita de su propio grupo
financiero.
Es sabido cómo
acabó la historia. La madrecita optó finalmente por abandonar el mundo de las
finanzas, volver a su casa de Londres y crecer y envejecer como toda la gente
normal, ese 99% que el 1% restante se empeña en ver como su proveedor precario
de la inteligencia práctica y emocional que necesita para mantener un cierto equilibrio
en su desarrollo enloquecido.
Por su parte, Piratas
Limited, Tribu India Co. y Niños Perdidos Inc. siguieron interminablemente con
sus batallitas para ampliar la respectiva cuota de mercado.