El soberanismo
catalán se dispone a capitalizar el “éxito” que ha cosechado a lo largo de esta
semana, consistente en forzar el adelanto electoral por la vía de rechazar los
presupuestos.
El soberanismo
catalán está, al parecer, muy satisfecho con la situación creada. En palabras
de Elsa Artadi, portavoz del Govern del señor Torra, «el Gobierno de Pedro Sánchez ha sido un fracaso por su falta de coraje
ante la crisis catalana, y el diálogo no ha pasado de ser estético.»
Es una manera de
explicarlo a la parroquia. Otra, menos elaborada y más en crudo, sería la
siguiente: «Sánchez no ha tragado, pues
que se joda.»
Muy bien, entonces.
Estamos todos donde estamos, somos responsables de lo que nos
responsabilizamos. Para el siguiente paso, Artadi pide el voto masivo de la
ciudadanía a las dos candidaturas y media soberanistas al Congreso de los
Diputados, con el fin de «condicionar la
gobernabilidad».
Jordi Pujol siempre
estuvo preocupado por la gobernabilidad de España, y pensaba que la misión de
Cataluña ─por aquel entonces, un oasis en el ciego sol, la sed y la fatiga de la
terrible estepa castellana─ era “asegurarla”, para lo cual se alió
indiferentemente con tirios y con troyanos, pendiente tan solo de cuál de ellos
tenía en cada momento la sartén por el mango.
Una actitud
duguesclinesca. (Abro paréntesis explicativo. El condottiero Bertrand Du Guesclin
puso fin a las guerras civiles castellanas sujetando al rey don Pedro para que
el aspirante Enrique de Trastámara lo acuchillara con comodidad. En tal trance
dejó para la posteridad las siguientes palabras: “Ni quito ni pongo rey, solo
ayudo a mi señor.” Su señor era el que le pagaba la soldada.)
Lo que Artadi está esbozando
es la continuación fotocopiada de la misma política, si bien con un matiz original
no desdeñable. No se propone “asegurar” la gobernabilidad, sino ─dice─ “condicionarla”.
Igual que en la frase suya citada anteriormente, hay disponible una versión no
censurada, a saber: el objetivo del soberanismo no sería ahora asegurar la
gobernabilidad de España, sino por el contrario, asegurar su ingobernabilidad.
No fabulo ni
extrapolo. Lean despacio las declaraciones de la portavoz. Por ejemplo: «El cambio de gobierno no ha servido para
nada.»
Brocha gorda por
parte de Artadi, por lo demás feliz discípula de aquel gramófono que escuchaba
absorto el perro de “La Voz de su Amo”. Si alguien le recuerda que el gobierno
del cambio ha descartado la vía del 155, en tanto que otros se relamen por
anticipado ante el festín; que ha trasladado a los políticos presos en el
entorno de la capital a Lledoners y a Figueras; que ha abierto una mesa de
diálogo bilateral con luz y taquígrafos; y que contemplaba en los presupuestos
rechazados unas partidas para la mejora social y para las infraestructuras sin
precedentes en la historia reciente del país, Artadi le responderá que se trata
de medidas “estéticas”.
De la
irresponsabilidad a la ingobernabilidad. Dando tumbos por la pendiente cuesta
abajo, hasta la "victoria" o el holocausto final.