Oriol Junqueras (OJ en adelante)
manifestó en el juicio de marras que no comprende de qué se le acusa, puesto
que él es: a) buena persona, b) pacífico, c) cumplidor en lo religioso, y d) ama
a España.
De inmediato han
saltado los dos vocalistas de los Chunguitos, Pablo Casado (PC) y Alberto Rivera (AR), a
decir que la declaración de amor a España de OJ es “cinismo en estado puro”.
No me duelen
prendas: por más que no me caigan bien, en este caso particular doy la razón a
PC y AR. OJ no está siendo juzgado en el Supremo por ser mejor o peor persona,
ni por su talante pacífico de natural, o no, ni por sus creencias religiosas,
ni por el grado mayor o menor de su amor a España. Si OJ quiere defenderse de
los actos delictivos que se le imputan, es inexcusable que haga referencia a
dichos actos, y los niegue si puede, que no puede. El resto son flors i violes i romaní, como decimos en
este país. Excrecencias jocfloralescas, para que me entiendan.
Y en lo relativo a
su amor a España, que no ha sido óbice para que negara el pan y la sal al
proyecto de presupuestos magníficamente presentado y defendido por María Jesús
Montero, convendremos todos en lo siguiente: a) OJ ama a España, ciertamente;
b) OJ ama más aún a Catalunya, ciertamente también; c) OJ ama sobre todas las
cosas a OJ, y por consiguiente, más que a España y más también que a Catalunya.
El amor invencible
de OJ por OJ y su devenir inmediato es lo que explica la enmienda de ERC a la
totalidad de los presupuestos y el voto parlamentario contrario a los mismos.
Ni por un momento ha considerado OJ la posibilidad, apuntada sin embargo por
todo un coro de voces, de separar las dos cuestiones: de un lado los
presupuestos y de otro el juicio por rebelión, o bien sedición, o bien prevaricación,
que cada causa tiene sus defensores.
Dicho lo cual, es
necesario añadir que tanto PC como AR, los dos críticos del cinismo de OJ,
conocen suficientemente el paño: están midiendo el cinismo de un tercero a
partir del rasero definido por el suyo propio.
El acendrado amor a
España, de ambos minilíderes de la derecha a ultranza, es un amor a beneficio
de inventario. Un amor, disculpen la expresión, mercenario.
“Me duele España”, dijo
en una ocasión don Miguel de Unamuno. Podríamos discutir largo y tendido sobre
si la frase es afortunada o no lo es; yo pienso que no, pero admitiría la prueba
en contrario.
Ahora bien, la
frase de Unamuno fue, casi seguro, espontánea y enteramente desinteresada. Dos
cualidades que brillan por su ausencia cuando hablamos del amor a España de la
bicefalia de la derechona. Lo que pretende ni más ni menos la declaración de
amor a España de ambos, es sencillamente lo siguiente, apresuradamente
simplificado: a) pillar cacho; b) pillar caché.