«¿Pueden los
trabajadores negar su consentimiento en la producción de bienes que colisionan
con el respeto de los derechos humanos y el derecho internacional?» La pregunta
se la hace el profesor Antonio Baylos, en una entrada muy sugestiva de su blog
(1). El motivo, la reciente declaración del comité de empresa de CAF, que se
niega, o más bien pone una objeción seria, a construir ferrocarriles que unan
entre sí las nuevas colonias judías en el este de Jerusalén, asentadas contra
los acuerdos diplomáticos y los dictámenes repetidos de los tribunales de
justicia internacionales.
Una iniciativa sin
duda limitada, pero prometedora en la medida en que pone en cuestión lo que en
ocasión distinta y a propósito de otro conflicto laboral yo, con cierto
desgarro, caractericé como “la filosofía del mandao” (2).
En aquella ocasión
(las corbetas para Arabia Saudí) fue la ministra de Defensa quien planteó un
escrúpulo. La plantilla reaccionó de forma unánime y ruidosa en favor del
derecho de la empresa a producir lo que sea y para quien sea, porque “lo más
importante es la defensa de los puestos de trabajo”.
Entiendo que el
comité y las asambleas de Navantia se hicieron un flaco favor a sí mismos.
Evitaron un ERE, pero pusieron el cuello en el tajo para el siguiente, al
consagrar la “razón de empresa” como argumento último de autoridad. Es
exactamente lo que han hecho las sucesivas reformas laborales de años
recientes. Los trabajadores se colocan a sí mismos como rehenes de la
dirección, cuando renuncian a negociar con la empresa desde una posición propia
y desde el conflicto. Asumir una subordinación ciega a la siempre cuestionable política
de la empresa, porque “en este caso concreto” les favorece, resulta,
convendremos todos en ello, una postura de muy escaso recorrido.
Está por ver cómo
evoluciona el caso de CAF y de su comité de empresa, por cierto de ELA-STV. Pero
lo interesante, como señala Baylos, es la disposición del mundo del trabajo a
participar en un gran debate sobre el modelo de desarrollo, en el que todo el
país va a estar implicado hasta el cuello. ¿Va a dejarse la búsqueda de
soluciones perentorias en manos del gobierno y de las instituciones, más el empresariado;
o los trabajadores, y la ciudadanía activa, también vamos a tener vela en este
entierro (me excuso por lo inadecuado de la metáfora)?
Dicho con las
palabras del profesor Baylos: «El problema de reorientar las
opciones organizativas y productivas de las empresas es muy complicado, y en
las prácticas españolas, es un tema que no se discute, y si se plantea, se
suele remitir a una acción estatal o pública en la que los sindicatos de trabajadores
no tienen una dimensión relevante, salvo excepciones. La transición energética
debería ser un ejemplo decisivo al respecto. También el debate sobre el cambio
del modelo productivo español basado fundamentalmente en la construcción y el
turismo, que son los sectores que generan empleo en la última encuesta EPA.»