lunes, 11 de febrero de 2019

UNA INVITACIÓN AL VALS



Imagen de Pablo Casado, este domingo, en la plaza de Colón. Obsérvese el palmo de narices. (Por cortesía de Walt Disney Inc.)

El gobierno de España dio por roto el jueves pasado el diálogo con el govern catalán, debido a la ausencia de respuesta a la propuesta última adelantada por Carmen Calvo. Tropecientos alcaldes, encabezados por Ada Colau, han dado un paso adelante para pedir el retorno del gobierno Sánchez a la mesa, además de un “juicio justo” a los políticos del 1-O. Esto último no le corresponde al gobierno Sanchez garantizarlo, desde el momento en que a) no entra en sus atribuciones; b) la administración de justicia es independiente del poder ejecutivo (y del legislativo también), según el mecanismo democrático de la división de poderes.

Todo el espectro político parlamentario de la nación (allá con su cantinela los extraparlamentarios) debería partir en sus propuestas de la premisa de la neutralidad del gobierno en el “juicio catalán” que ahora se abre. Por el contrario, todas las declaraciones de las distintas partes están dando por supuesta la implicación del gobierno en la deliberación del tribunal; la banda de estribor ve parcialidad en un sentido, la de babor en el otro; ambas ven un mangoneo desfachatado del gobierno en el eventual resultado del paso por estrados. A pesar de que ni Lesmes ni Marchena son precisamente personas dúctiles y proclives a atender los recaditos al oído que les pueda dar Pedro Sánchez.

Entonces, ciñámonos a la cuestión de la mesa de diálogo. Los alcaldes reclaman diálogo. El president en funciones Quim Torra también lo reclama. Pone, eso sí, algunas condiciones previas. Estas son: la presencia de un ‘relator internacional’, poner sobre la mesa el tema de la autodeterminación, y poner fin a la ‘represión’.

Mientras tanto, y aquí es donde empieza a crujir la lógica roqueña de Torra, este se propone “implementar la DUI” haciendo uso de la herramienta de la “desobediencia civil”.

La DUI es la declaración unilateral de independencia. Se remonta al 27-O. Carles Puigdemont fue su autor, y la dejó en suspenso ocho segundos después. Es una DUI con récord Guinness de vigencia efímera. La escena mítica del cruce de piernas de Sharon Stone en “Instinto básico”, único parangón internacional que puede establecerse en cuanto a capacidad de sugerencia, duró más.

«Esta DUI es válida y puede activarse cuando tengamos la convicción y la certeza de que se puede y se debe hacer», ha dicho Torra. Ha reiterado además que él solo debe lealtad al Parlament, y que su mandato es «hacer la República».

Todo lo cual está muy bien para quien le guste, pero deja en el aire una pregunta: Diálogo ¿para qué? Me temo que de lo que Torra está hablando todo el rato no es de diálogo sino de monólogo; y que la última de sus preocupaciones es la de quién le escucha al otro lado de la mesa.

En tiempos de Sissí emperatriz estaríamos hablando de una invitación al vals, con música de violines. Viva el diálogo de sustancia.