Santiago Abascal, en una actuación reciente para Walt Disney Inc.
El último “relato”
fletado por el procesismo como globo sonda decía que el gobierno de Pedro
Sánchez, agredido desde la derecha, acorralado desde la izquierda y desgarrado
en sus propias filas, pondría a la desesperada sobre la mesa de negociación la
posibilidad de un referéndum de autodeterminación para Cataluña, a cambio del apoyo
indepe a los presupuestos generales del Estado.
No ha habido tal. Carmen Calvo ha propuesto
mantener la mesa bilateral de negociación a cambio del apoyo a los
presupuestos, pero sin colocar sobre esa mesa ninguna otra posibilidad. Esta ha
sido su respuesta, en forma de ultimátum. Si no hay apoyo catalán a los
presupuestos, no hay tampoco mesa bilateral de negociación.
El choque de trenes
se produjo el jueves pasado al mediodía. «Los independentistas no entendieron
el momento y rechazaron una propuesta muy razonable», dice Calvo. «Sencillamente,
Calvo reculó», contestan Aragonès y Artadi. Ninguna de las dos afirmaciones es
enteramente cierta. De un lado, Calvo no reculó sino que se plantó en su
apuesta y pidió ver las cartas. Del otro, no hubo técnicamente rechazo de la
propuesta; de la Generalitat bicéfala no salió ni un sí ni un no. Se dejó pasar
el plazo fijado sin dar una respuesta. Es un lance engorroso pero no descartable, cuando se
está jugando al póker mentiroso.
Posiblemente, el
fiasco conduce a un superdomingo de fin de mayo en el que las generales se
sumarán a las municipales y las europeas. No es una solución mala, en principio,
porque el ambiente se ha clarificado bastante mientras tanto. El show del
tripartito del apocalipsis en la plaza de Colón ha concluido en gatillazo. Dado
que los tres tenores optaron para reservarse para días mejores, y habida cuenta
de la retahíla de mentiras atribuidas al Gobierno de la nación en la
declaración anexa presentada con escaso oficio por tres ilustres mindundis periodistas,
el recorrido de la iniciativa está agotado. A los cuarteles generales les costará
encontrar otro elemento de movilización más promisorio que la balcanización de
Cataluña.
El procesismo, por
su parte, debe una explicación a sus bases, y esa explicación, como le sucedía
al alcalde de la película de Berlanga, la tendrá que pagar. No es seguro que
las bases reciban la explicación debida, y el novísimo “relato” que la
sostenga, con ánimo sereno y mentalidad positiva. Al mal pagador, todas las prendas
que se le exijan le van a doler.
Esta es la escena,
a las cinco en punto de la tarde del día 10 de febrero. Todos los dinosaurios
están todavía ahí. Todos han despertado de su sueño, y se han visto, y se
reconocen a sí mismos como dinosaurios. Pasamos al acto siguiente.
Para mantener vivo
el tinglado de la antigua farsa, será necesario un nuevo travestismo de las
fuerzas de la derecha españolista y de la derecha procesista catalana. Un
travestismo todavía más rocambolesco. O "strombolesco". El gran peligro para ellos, que los
últimos sondeos apuntan discretamente, es que el público se aburra
definitivamente de la función.