domingo, 9 de agosto de 2015

LEVEDAD PRESUPUESTARIA


Ocurra lo que ocurra en las próximas elecciones generales, parece claro que para el año que viene el gobierno no dispondrá del rodillo parlamentario que ahora le permite gobernar y legislar por el resolutivo procedimiento del aquí te pillo, aquí te mato. La edad de oro de la «herencia recibida» concluye sin remedio, de modo que el gobierno actual ha empezado a preparar, por la vía presupuestaria, la herencia que recibirá el gobierno que viene.
En este punto crítico de su trayectoria política, Mariano Rajoy, genio y figura hasta la sepultura, sigue fiel a su prurito empecinado de predicar sentido común y al mismo tiempo cabalgar en la ocurrencia. Apenas unos días después de regañar a los políticos que prometen lo que no pueden cumplir, nos propone unos presupuestos generales del Estado que lo son todo menos sensatos, prudentes y equilibrados. Son, en una palabra, incumplibles. Según los expertos, se han hinchado de forma desmesurada las perspectivas de ingresos. Por poner un ejemplo menor, se estima para 2016 un crecimiento del 6,7% en las cotizaciones de la Seguridad Social respecto al año actual, a pesar de la constatación de que de enero a junio de 2015 ha habido un desfase de 4.000 millones por debajo de las cifras presupuestadas.
A cambio, los presupuestos se permiten alegrías en el gasto, como corresponde a un periodo preelectoral en el que conviene mimar al elector. Sin embargo, según la coletilla añadida en su momento a la intocable Constitución española por exigencias de los órganos dirigentes de la Unión Monetaria europea, tanto las administraciones autonómicas como la del Estado están obligadas a un riguroso equilibrio financiero. El año próximo se reducirán las cotas tolerables de déficit por debajo del nivel del año actual, cuando el incumplimiento está ya cantado.
Desde esta perspectiva, «el próximo gobierno se verá obligado a adoptar duras medidas de austeridad», ha anticipado Carlos Martín, director del estudio económico de CCOO. De la misma opinión es el economista José Carlos Díez, nada sospechoso de izquierdismo radical: «El que gane las próximas elecciones tendrá que hacer unos presupuestos nuevos.» No importa, les responde indirectamente el ministro de Finanzas Cristóbal Montoro: «El nuevo gobierno podrá contar con este presupuesto o lo podrá modificar, como se hace con cualquier ley.»
Se trata, en definitiva, de pasar el rodillo parlamentario por última vez y hacer aprobar por la brava unos presupuestos fantasiosos que no van a sobrevivir más allá del mes de enero, cuando entre en funciones el gobierno que venga, y venga de donde venga. Hasta entonces, hasta el día de las elecciones, el gobierno actual dispondrá de un pequeño fondo suplementario, lo que en Cataluña llamamos un raconet, para seducir con espejuelos de bonanza económica a la sufrida y eviterna mayoría silenciosa.
A eso lo llaman perspectiva algunos, y patriotismo otros. Pues qué bien.