jueves, 20 de agosto de 2015

FLATUS VOCIS


Es decir, para que se me entienda: sinsentido, galimatías, vano ruido verbal. Es el defecto en el que ha incurrido Mariano Rajoy al advertir a la ciudadanía en general y a la mayoría silenciosa en particular de que PSOE y Podemos se disponen a pactar después de las elecciones generales con el designio horrible de desalojar al PP del gobierno. El ministro Margallo ha redundado en la misma falta al avisar de que eso sería lo peor de lo peor, el caos populista, la pesadilla radical, la extrema izquierda al mando.
Los dos omiten el dato de que, en las encuestas de opinión, la opción preferida por la mayoría para la próxima legislatura es, precisamente, la coalición de socialistas con podemitas para desalojar a los populares del gobierno. Entiende la opinión mayoritaria, con buen sentido, que ni PSOE a secas ni Podemos por su cuenta y riesgo van a poder llevar a cabo la tarea exigida, pero sí se puede con una combinación de ambos, en la que la experiencia de unos actúe como freno que temple un impulso iconoclasta excesivo de los otros, y a la inversa, la militancia radical de los otros sirva de acicate para llevar a los unos bastante más allá de lo que les dicta su apoltronamiento en la gestión inane de las cosas. Ese sería, para la sabiduría popular, el cóctel más adecuado para acabar de una vez por todas con el desastre de la corrupción y el desgobierno actuales.
Mariano avisa a grandes voces de que viene el lobo cuando pastores y payeses de consuno están llamando por su cuenta al mismo lobo para que venga de una vez a ahuyentar a ese plasta que sigue plantado ahí en medio, en plan don Tancredo, decidido a sostenella y no enmendalla y disparando a diestra y siniestra su batería de leyes venenosas.
La impotencia marianista para pactar está cayendo ya en lo patológico, y lo mismo puede decirse de la impotencia de su partido para cambiar de líder. Estamos en un fin de ciclo con tintes de tragedia teatral. Histriónica, quiero decir. Veo a Rajoy trajeado de época para representar a Macbeth, y espantado al observar desde la torre del homenaje de Dunsinane el fenómeno profetizado por las brujas: el bosque de Birnam ya no mantiene su inmovilidad perpetua, sino que se ha puesto en marcha para atacarlo.
Y la llamada desesperada de auxilio del político en trance de naufragio suena como un eco de las palabras del mismo Macbeth: «La vida es un cuento contado por un idiota; está llena de ruido y de furia, pero nada significa.»