viernes, 28 de agosto de 2015

MÁS FÚTBOL PARA LOS JUBILADOS


Señores de la Liga, este es un respetuoso ruego dirigido a quien corresponda: minuto y medio de imágenes como resumen de un partido de fútbol es una cochambre. Auméntennos la cuota de disfrute en abierto, a ustedes no les va de un millón de más o de menos de beneficios, y para nosotros los jubilados esos segundos son la sustancia misma de la vida.
Un partido de fútbol dura noventa minutos. Más en realidad, si contamos el tiempo añadido al final de los dos tiempos, pero omito ese plus en beneficio del argumento. Resulta entonces que noventa segundos de imágenes representan un sesentavo del tiempo total jugado, un segundo de cada minuto. Imaginen entonces que un partido se meten cinco o seis goles. El disfrute moderno del gol exige verlo desde todos los ángulos: desde detrás, desde delante, desde derecha e izquierda, y desde arriba con cámara cenital. Son cinco tomas mínimas por cada gol. Con seis goles, explíquenme adónde se van los noventa segundos si se quiere ilustrar cada uno de ellos como conviene.
Y eso no es más que el principio del asunto. Un partido de fútbol es ante todo un combate estratégico, cada entrenador dispone sus piezas sobre el campo buscando líneas de fuerza, situaciones de superioridad, trivotes en la medular, líneas defensivas inexpugnables y otros artilugios que con mucho gusto podríamos explicarles en el Senado que se reúne puntualmente todos los fines de semana en el bar Raíz cuadrada de menos uno de la muy noble villa cuatriarcada de Parapanda. Reducir la materia prima en la que se basan nuestros profundos análisis dominicales a noventa segundos de visionado es añadir el insulto a la afrenta. Nos dejan ustedes inermes al pie de los caballos de los comentaristas deportivos, esa especie sarnosa, corrompida, mendaz, rastrera, vendida a intereses inconfesables, que representa el punto más bajo al que ha caído la especie humana en su degradación multisecular.
¿Cómo deducir, por poner un ejemplo reciente, si el joven Gerard Piqué, tal vez mal aconsejado, faltó al respeto al trencilla en el partido de vuelta de la Supercopa, o bien si, como sostenemos algunos, se limitó a apuntar al coequipier con el que debía intercambiar posiciones en las maniobras de contraataque, “Permutas tarde”, y el linier que lo oyó desde alguna distancia entendió “tu puta madre”, cosa muy fea de decir según sentencia unánime de la objetiva y enterada parroquia parapandesa? Para llegar a una conclusión inequívoca sobre el conflicto sería preciso pasar varias veces la imagen al relantí y leer de forma adecuada el movimiento de los labios. Noventa segundos son insuficientes aunque se limiten únicamente a mostrar ese mínimo detalle.
Imaginen, señores de la Liga, que solo se permite mostrar al público una sesentava parte de los frescos del Juicio final de Miguel Ángel en la capilla Sixtina; o para traer a cuento un ejemplo más próximo, una sesentava parte de la Maja de Goya (la vestida, evidentemente). La primera cuestión es qué parte diminuta, en concreto, puede aspirar a representar el todo. La segunda, qué idea podrá hacerse del conjunto el pobre espectador reducido a tan escaso alimento espiritual. Mutatis mutandis, tal es el caso del fútbol.
Nos están condenando ustedes al pay per view. Y eso, óiganlo bien, jamás de los jamases. Ya nos vemos obligados al copago de las medicinas que nos recetan los interinos y los becarios de los CAP, y a recurrir a la familia para disponer de la atención adecuada a nuestras numerosas minusvalías. Pagar además por el fútbol semanal es una línea roja que no estamos dispuestos a atravesar. Lo decimos sin amenazas y sin jactancias, pero muy alto y claro: no abusen más de nuestra paciencia, no nos pongan temerariamente a prueba. Jubilados unidos jamás serán vencidos.