El argumentario del
independentismo catalán se está emborronando cada día con tintes más y más
sombríos. Se empezó afirmando que esta era una independencia que no iba
contra nadie, y menos aún contra España; que España sería nuestro socio
comercial preferente y la niña de nuestros ojos en todos los temas de política
exterior. Lo último en la deriva cada vez más pronunciada del soberanismo hacia
el apocalipsis cum figuris es que
quienes no voten la lista de Mas estarán votando por Aznar.
¡Por Aznar! Se da
una simetría irónica con la situación que se produjo simultáneamente en el
Congreso español de los diputados, donde desde el banquillo popular se corearon
las propuestas del socialista Pedro Sánchez con gritos de “¡Zapatero, Zapatero!”
En la olla podrida de la política patria, los comistrajos que se sirven últimamente
traen un tufo a pasado y un regusto a rancio. Como se reniega a conciencia de los
datos que aporta la actualidad, el resultado es que los debates se retrotraen a
la reemisión en diferido de broncas pasadas y ya medio olvidadas. La política vive
en este país un desfase temporal grave. Lo que en última instancia significa que
nuestra política, más que vivir, sinvive.
Una circunstancia
lamentable que no se debe achacar de ninguna manera a un rebrote inesperado de
la memoria histórica. Memoria histórica significa recuperar “todo” lo pasado, y
en particular los eventos y las circunstancias que se ha procurado ocultar y
encerrar bajo siete llaves en el inconsciente. En cambio, una memoria selectiva
y oportunista nunca ha faltado en esta corrala de vecinos. Quienes nos devuelven
tan de sopetón la memoria de Zapatero no pueden pretender que caigamos en la
amnesia de lo que ha venido después. Quienes piden el voto a Artur Mas para evitar
a José María Aznar, no conseguirán hacernos olvidar cuántas y cuántas veces
votaron juntos los dos colegas en amigable comandita, y lo que esos votos supusieron
para nosotros, los catalanes y los españoles de a pie enjuto.
Un aviso de amigo a
los impacientes que deseáis embarcaros ya mismo para el viaje a Ítaca: no temáis a los
cíclopes, las escilas y caribdis, las Circes hechiceras y los lestrigones crueles. Temed más bien al
piloto que ha de empuñar el timón de la nave.