miércoles, 12 de agosto de 2015

DESIGUALES ANTE LA LEY


Ahora que incluso Mariano Rajoy se ha subido al tren en marcha de la reforma constitucional, va a ser cosa de retocar el artículo 14. Ese que dice: «Los españoles son iguales ante la ley», etc. Conviene hacer constar en el más alto nivel que los españoles somos desiguales de hecho, como se puede comprobar por mil detalles cotidianos. Para que nadie se llame a engaño, el artículo citado de la ley de leyes debería quedar redactado del modo siguiente: «Los españoles son desiguales ante la ley, porque quien manda, manda.» Escueto y comprensible a todos los niveles.
Vamos a la casuística. El otro día mencionaba dos casos: el de Esperanza Aguirre y los guardias de tráfico, y el de Rodrigo Rato recibido en su despacho por el ministro del Interior. La prensa reciente trae otros varios, idénticos en lo sustancial. Uno, Isabel Pantoja es denunciada por gozar de privilegios en su vida penitente. La respuesta de Interior es el traslado a otro centro de la reclusa que encabezó las protestas por el trato privilegiado a Pantoja, el cual ha sido negado por activa y por pasiva. Como si el hecho de apartar de su entorno a la que molesta no fuera ya de por sí un privilegio especialísimo.
Paralelamente hemos visto fotografías de la “celda” en la que fue recluido el guardia civil Tejero después de su intento de golpe de Estado. No es una celda igual a las otras; ni siquiera parecida. Las causas que abonan en este caso particular la diferencia entre un reo y los demás merecerían una consideración más pormenorizada, pero peor es meneallo.
Y también está el caso del ex fiscal general del Estado, Eduardo Torres-Dulce, al que el gobierno ha eximido del plazo establecido de dos años para atravesar las invisibles puertas giratorias que separan el dominio público del privado, a fin de que pueda entrar a formar parte de inmediato del muy prestigioso bufete de abogados Garrigues.
Hay otros casos recientes en los que el argumento de la ejemplaridad necesaria en las conductas públicas ha gozado de mayor audiencia por las distintas partes implicadas. Por ejemplo, el del jefe de bomberos de Ronda que se llenó su piscina particular con agua del camión cisterna del cuerpo, y que ha sido relevado de su cargo. O el del muchacho de veinte años y sin experiencia que fue contratado como asesor del área de Sanidad del gobierno balear, y que dimitió de propio impulso al darse cuenta del eco escandaloso de su nombramiento en la calle.
Entonces, y en resumen, una de dos: o bien se cumple de una puta vez el artículo 14 de la Constitución, en su integridad y sin casuismos ni excepciones ni cirios a santa Rita de Casia; o bien se cambia el enunciado, y por lo menos todos sabemos a qué atenernos. Quedará francamente feo, pero los padres de la patria que pergeñen el desaguisado habrán cumplido con el deber prescrito de transparencia en el uso del poder, y les quedará el recurso de ponerse de perfil, mirar al tendido de sol y sombra, y dar la callada por respuesta desde la más acrisolada presunción de legitimidad, cuando arrecien las críticas de los descamisados de siempre.
Y ustedes que lo vean.